domingo, 2 de diciembre de 2012

Kuroshitsuji III Akuma no Tengoku to Tenshi no Jigoku - Capítulo 01

Autora: Pandora Michaelis

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Shadechu: ¡Hola a todos! Como siempre y primero que nada, les quiero dar las gracias a las 3 primeras personas que se tomaron el tiempo de pasar a leer mi fic, y dejar un lindo comentario... nwn

Sebastián: *aparece de repente junto a mí* Como dijo la joven ama...

Shadechu: ¡KYAAAAAA! ¡¿De dónde saliste?! ¿¡Qué haces aquí!? D:

Sebastián: Como mayordomo de la familia Phantomhive, ¿cómo no podría darles personalmente mi más sincero agradecimiento a Franken Stein, G. R. R. Rakellis y a Nanami susuki, por ser las primeras personas en dejar un comentario? ;3

Shadechu: ... -.-U

Sebastián: Como agradecimiento por ello y su paciente espera, mi joven ama aquí les trajo, con esfuerzo y empeño, el primer capítulo de la historia :3

Shadechu: Etoooo... si, eso. Y pues aviso que a partir de ahora, los títulos de los capítulos (a diferencia del prólogo), seguirán la temática del anime/manga, e iniciaran con la oración "Ese mayordomo... XXX" nwn

Sebastián: Disfruten del capítulo, por favor ;3

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~Cap. 01~
"Ese mayordomo, ha regresado"
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Era un día caluroso de verano. Los pájaros estaban cantando por ahí, antes de alzar el vuelo. El cielo estaba totalmente impregnado de celeste, únicamente adornado por unas blancas y suaves nubes, que no amenazaban con lluvia; así como una brisa ligera soplaba en medio de aquel calor, el cual era casi infernal. El clima en el interior de la iglesia, de paredes de piedra, de color blanco y algo de dorado, era completamente opuesto al clima del exterior, ya que las paredes enfriaban de agradable forma el ambiente, y las ventanas únicamente dejaban entrar la dulce brisa. Los bancos de madera café y amablemente acolchados, estaban llenos de gente, las cuales pertenecían tanto a la nobleza como no, pero en éstos momentos era cuando ellos coexistían totalmente a la perfección, ya que eran de pura alegría. En el interior del lugar, todo estaba decorado con varios ramos de rosas silvestres, tanto negras como blancas, las segundas fueron cortesía del joven noble inglés, que yacía parado junto a las personas más cercanas o allegadas, en la esquina izquierda de la iglesia.
Surcaba los 14 años y era de piel clara, cabellos negri-azulados peinados hacia abajo, cuyo ojo izquierdo era de color azul —que se igualaba al de un zafiro— era el único visible, ya que el derecho era cubierto por un parche negro. Ciel Phantomhive iba vestido bastante elegante en esa ocasión: camisa blanca, junto a una corbatita azul oscuro, encima de ésta llevaba un chaleco negro, que hacía juego con su pantalón y zapato. Y claro, en una de sus manos llevaba puesto su valorado anillo, de bordes dorados y gema azul, similar al de su ojo, que había pasado de generación en generación en los líderes de la familia Phantomhive. Parado a la derecha tras suyo, yacía parado su inseparable y leal mayordomo, de cabellos negros peinados con dos pollinas bajando a cada lado de su rostro caucásico, ojos carmesíes cual rubíes. Sebastián Michaelis iba vestido con su usual y elegante frack negro de mayordomo, pero en ésa ocasión adornado con una pequeña rosa roja, en el bolsillito derecho de su chaleco.

El pasaje entre dos filas de bancos estaba cubierto con pétalos blancos y negros. Parado en el altar, estaba el sacerdote, vestido en su traje ceremonial blanco, con detalles dorados. Su piel morenita poseía algunas arrugas —que junto a sus cabellos de color grisáceo, demostraban su avanzada edad— pero que no podían borrar su semblante sereno y sonrisa cálida. Eso era gracias al hermoso acontecimiento que se llevaba a cabo en la iglesia. Dos almas estaban a punto de unirse, era una boda.

—Juliano Harmonious Rosenight… —empezó a hablar el cura, con voz alta y seria, pero amable—. ¿Aceptas a Isaura Nimalia Chamber, como tu legítima esposa, para amarla y respetarla, estar con ella en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza… hasta que la muerte los separe?

Esas palabras se dirigieron a un hombre de piel morena, ojos de un curioso color púrpura amatista y cabellos cortos, algo rizados y de color dorado. Iba vestido con su traje de novio para la ocasión, un esmoquin turquesa oscuro, junto a una corbata rojiza y mocasines oscuros.

—Sí, acepto~ —respondió el novio, con mirada serena y brillo cálido en sus ojos amatistas.

El padre se giró ahora hacia una mujer de piel clara, un poco más bajita que Juliano, de cabellos rubios claros, algo rizados y un poco largos, (llegándole a la mitad del cuello). Vestida con su hermoso, pero sencillo a la vez, vestido de novia de blancos colores, zapatillas claras y con el velo semi-transparente cubriendo levemente su rostro, por lo que sus ojos no se apreciaban muy bien.

—Isaura Nimalia Chamber… —volvió a hablar el padre—. ¿Aceptas a Juliano Harmonious Rosenight como tu legítimo esposo, para amarlo y respetarlo, estar con él en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza… hasta que la muerte los separe?

—Sí, acepto~ —fue la respuesta de la mujer, la cual sin importarle que el velo la cubriera, sonreía alegremente.

—Con el poder de la iglesia y que me otorga Dios, nuestro señor, los declaro marido y mujer… —finalizó el padre, añadiendo aún sereno, pero con tono alegre la frase que los dos novios esperaban—. El novio puede besar a la novia~

Juliano antes que nada y con cierta ansiedad, sujetó el velo blanco y lo apartó del rostro de su ahora esposa, dejando a la vista lo que éste le había ocultado: el bello rostro de Isaura, sus ojos cafés sinceros y por último, pero no menos importante, sus rosados y dulces labios, que enarcaban una sonrisa igual de dulce. El Rosenight sujetó las manos de su esposa entre las suyas, con delicadeza fusionada con emoción, la miró profundamente y empezó a acercarse para besarla. Cuando sus labios finalmente hicieron el contacto con los de ella, se escucharon los gritos emocionados de la multitud, los aplausos que resonaron, junto con algunos sollozos. Ciel al ver eso no pudo evitar pensar por unos instantes, si cuando llegara el día de casarse con su prometida, Elizabeth, su boda sería igual de… bonita y cálida. A pesar de haberse convertido en demonio y haber pensado un día en marcharse a otro lugar… al final había olvidado esa idea…

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~Flashback~
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Sobre un acantilado rebosante de curiosas rosas blancas y azules, de las cuales algunos pétalos salían volando, debido a la leve brisa que soplaba, caminaba Sebastián, con cierta cara seria (y algo triste). Entre sus brazos cargaba a Ciel, un año más joven, vestido con ropas oscuras y de colores grises.

Dígame, ¿a dónde deberíamos ir ahora? —pregunto el mayordomo de ojos carmesíes, mirando fijamente a su joven amo, el cual tenía al descubierto su ojo derecho, dónde se apreciaba el símbolo del contrato.

… eso no me importa ahora… —respondía el recién renacido demonio, mirando unos segundos al frente, antes de continuar—. Porque dónde vamos a terminar para ambos, demonios y humanos… es ese lugar dónde todos somos iguales…

Sebastián seguía caminando, mientras escuchaba al demonio más pequeño hablar, aun conservando su semblante serio. Fue entonces en que el mayordomo se detuvo, al ya estar a solo un paso frente al risco del acantilado, mientras que a su lado seguían volando pétalos blanqui-azules. Ciel al sentir esa agradable sensación de la brisa en su rostro, cerró unos segundos sus ojos.

… se siente bien. Cómo si se me fuera quitada una larga maldición —decía el chico con una sonrisa.

Sí. Y a cambio… se me ha dado una eterna maldición… —dijo Sebastián, con su semblante serio cambiando ligeramente a uno de tristeza, no por eso que había dicho, sino por sentir que el agarre de su joven a uno de sus hombros aumentó repentinamente.

Ciel se giró serio hacia el oji-rojo, diciendo con tono autoritario—. Tú eres mi mayordomo.

Sí, lo soy… —afirmó el mayor, con apariencia todavía seria y hasta cierto punto fría—. Soy su mayordomo… por toda la eternidad.

Entonces… de ahora en adelante, solo deberás darme una respuesta… —Ciel a medida que hablaba, se sujetaba más fuerte a los hombros de su mayordomo—. ¿Lo sabes, no?

Sebastián cerró sus ojos, sujetando a su joven amo con algo más de firmeza. Eso fue para evitar que éste se le cayera de los brazos, debido a que el demonio mayor había saltado al vacío del acantilado, siendo rodeados ambos por un torbellino de pétalos blanqui-azules. Se escuchó la voz de Sebastián decir un melancólico «Yes, my lord», que pareció perderse en el vacío.
Ciel no pudo evitar cerrar igual sus ojos, con una infinita tristeza reflejada en su rostro, la cual Sebastián no pasó por alto.

Vaya… tal parece que aunque seguí fielmente su orden… —Sebastián al abrir nuevamente sus ojos, estos ahora eran de un color rojo extremadamente claro y brillante, con su pupila pasando de redonda a una alargada. Así como tenía una leve sonrisa de lado, casi de sarcasmo—. No luce para nada satisfecho… Bocchan.

Una expresión de desconcierto se reflejó en el rostro de Ciel. Fue tanta su sorpresa, que al abrir sus ojos, éstos tenían el mismo aspecto demoníaco que los del mayor, solo que ligados con incredulidad. En ese momento, ambos demonios flotaban en un vacío completamente blanco; ya no habían pétalos blanqui-azules, ni acantilado, ni cielo, ni nada… un completo vacío, que casi era como paz absoluta. Tampoco era el "paraíso celestial" que muchos describían, pero tampoco el infierno… era como un mundo totalmente diferente a los existentes. En un intento por volver a verse autoritario, al endurecer su semblante, frunciendo el ceño, Ciel preguntó con tono molesto.

¿Qué quieres decir, Sebastián?

Quiero decir… que al parecer usted no quiere marcharse… —al no recibir respuesta alguna de su joven amo, Sebastián aumentó su sonrisa, añadiendo—. ¿Me equivoco… Bocchan?

El joven demonio no decía nada, ya que no hallaba las palabras para decirle al mayor que no se equivocaba. Solo se limitaba a maldecir internamente. Como odiaba que Sebastián lo conociera tan bien, aunque bueno, luego de pasar 13 años y medio sirviéndole fielmente, siempre atento a él y en cumplir cada uno de sus mandatos, extraño sería que no supiera como actuaría o lo que el joven Phantomhive sentía. Luego de una espera de largo silencio, que en ese extraño mundo era absoluto —ya que no había nadie más allí que ambos demonios— el joven conde Phantomhive habló.

Sebastián… respóndeme algo.

Dígame, mi joven amo.

… a pesar de que por toda la eternidad serás mi sirviente… —el tono con que hablaba Ciel, era curioso, casi dudoso y ciertamente tembloroso—. ¿Qué es lo que te mantiene sujeto a mí? El único capaz de matar a otro demonio… es otro demonio, ¿no? Aunque no me mataste antes de que renaciera como demonio, solo para confirmar si era verdad o no… ¿por qué no me mataste luego de ello? Si muriera, ya no habría contrato que te obligara a servirme, ¿no?

Ahora era el mayordomo el que yacía en silencio, mirando sereno a su joven amo. En sus ojos carmesíes no había rastro alguno de maldad o sentimientos oscuros, tampoco frialdad. En el momento en que una sonrisa no sarcástica sino —viéndose extraña en él— sincera se hizo presente en el rostro del hombre, éste se limitó a decir, con su usual tono sereno.

Pienso que luego de todo lo que pasé con usted… sería decepcionante que su vida acabara. Ciertamente, ya me he acostumbrado a verlo… —hablaba el oji-rojo, cerrando ahora sus ojos entretenidamente—. Me resultaría más interesante de ver cómo crecerá usted, ahora como demonio. Qué caminos elegirá y las decisiones que tomará, Bocchan~

Al escuchar esas palabras salir de la boca de ese ser demoníaco, el cual Ciel pensaba que sólo era un interesado en devorar su alma cuando todo (antes de él renacer como demonio) terminara. Un sádico, tétrico y sarcástico demonio, que sólo hacía lo que hacía o decía lo que decía para beneficio propio. En ese momento, a pesar de las palabras que había dicho, sonaran solo para "entretenimiento e interés propio", Sebastián en el fondo realmente había formado cierto "aprecio" hacia el muchacho. En los 13 años y medio en que le había servido, el mayordomo se sentiría ciertamente extraño de alejarse de él. Ahora le era bastante fiel a su joven amo, y aunque al principio se sintió decepcionado por no poder "obtener su recompensa bien ganada", tras pensar mucho, finalmente decidió aceptarlo y seguir haciendo lo que mejor sabía: servirle a su joven amo.

… Sebastián… es una orden… —Ciel miró fijamente a su mayordomo, con su ojo derecho, del sello del contrato, brillando intensamente—. ¡Llévame a casa!

El mayordomo sonrió nuevamente, ahora grato y ansioso por ver como el muchachito se pasaría su vida de demonio, volvió a sujetarlo con firmeza entre sus brazos. Antes de dar un nuevo y alto salto, desapareciendo nuevamente en ese vacío infinito, la voz del hombre hizo eco en la frase que mejor lo definía.

Yes, my lord~


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~Fin del Flashback~
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El joven demonio fue sacado de sus pensamientos, ya que el sonriente cura había gritado por lo alto—. ¡Lo que ha unido Dios, que no lo separe el hombre~!
Una vez los novios acabaron de besarse, Isaura sonrió decidida, cubriendo sus ojos con su mano derecha y en lo que sujetaba el ramo de flores con su mano izquierda, lo arrojó fuertemente al aire. Todos los presentes, iban siguiendo el ramo de flores con la mirada, mientras que ya iba cayendo. Todo estaba en silencio dramático, cuando finalmente se escuchó el sonidito de las flores golpeando algo, acompañado de un leve quejido. Los presentes exclamaron un largo y agudo «¡Oooooooh~!», acompañado por unas cuantas risitas de fondo (algunas de parte de Sebastián), al ver que entre las manos del joven Ciel yacía el ramo de flores. Los pequeños pétalos que yacían en el rostro del joven, demostraban que sin querer el ramo había impactado en su cara unos segundos antes.

—¡Waaaaah! ¡Ciel, atrapaste el ramo! ¡Eso confirma que tú y yo nos casaremos! —Exclamaba Lizzy, con brillo ilusionado en sus ojos y una gran sonrisa de emoción—. ¡Kawaii~!

Tras su exclamación, hizo lo usual: arrojarse a abrazar a su pequeño prometido, hasta casi asfixiarlo. La iglesia se llenó de silbidos pícaros y algunos aplausos, varios de parte de Juliano y de Isaura, quienes sonreían cálidamente. El conde Phantomhive duró unos segundos pasmado —tanto por el abrazo asfixiante de su prometida, como por el golpecito que el ramo le había dado en su rostro previamente— cuando finalmente se cercioró de que fue él quien había atrapado el ramo ceremonial, cuya tradición decía que el que lo atrapara iba a casarse. Inmediatamente se giró hacia su mayordomo, mirándolo amenazadoramente y con su ojo izquierdo entrecerrado, diciendo con la mirada «Dí algo y te mato, ¿está claro?», así como un pequeño rubor adornaba sus mejillas. El mayordomo oji-carmesí asintió, con sonrisa burlona en su rostro y se llevó una de sus manos a su boca, en un intento por reprimir las inmensas ganas de reír que tenía, con sus hombros temblando levemente por estar aguantando ello.

«Vaya, vaya… al parecer esto confirma el dicho de que quién atrape el ramo en una boda, si está destinado al matrimonio~» —pensó Sebastián e indirectamente le hablaba telepáticamente a Ciel, siendo este uno de los poderes demoníacos que el chico había adquirido, al renacer como demonio.

«¡Bastardo!» —gritó furioso Ciel, también telepáticamente, apretando disimuladamente el ramo en su mano izquierda—. «¡Te dije que…!»

Pero en eso Sebastián interrumpió ese telepático grito del chico, acotando y sonriendo con diversión—. «¡Corrección! Usted me ordenó que no "dijera" nada. No que no "pensara" nada, Bocchan~»

Ciel con mucho esfuerzo, se aguantó las ganas de volver a arrojar el ramo, pero ésta vez hacia el rostro de su mayordomo. Por educación se tuvo que cruzar de brazos, sosteniendo resignado el bendito ramito de rosas blanqui-negras. Tenía el ceño fruncido, así como con una pequeña vena palpitante en una esquina de su frente, debido a la sangre que le hervía por la rabia, aún siendo abrazado por Lizzy. Cuando se retiraran de la boda (y de la vista de cualquier testigo [¿?]) Sebastián se las pagaría.

—Eh, Ciel-kun… —al girarse para ver quién le hablaba, el nombrado se encontró con la pareja de recién casados. Éstos le sonreían amablemente, aunque Juliano lo hacía con algo de picardía, fue el quién habló, dirigiéndose al chico con un "kun" al final, ya que ellos tenían una relación muy estrecha. El Rosenight añadió y levantando con admiración su pulgar derecho—. ¡Buena atrapada~!

—Sí, sí. Gracias, Juliano —decía Ciel, en un tono levemente irritado y cerrando los ojos. Pero no por estar molesto con el hombre ni nada, ya que el respeto y estima que se tenían era mutuo, sino por su totalmente normal temperamento de "enanito gruñón".

—Ciel-sama, lamento que el ramo le diera en su rostro —se disculpaba Isaura, sonriendo apenada, ya que al cubrirse los ojos no sabía a dónde habría arrojado el ramo.

Ella no se dirigía con la misma libertad hacia el muchacho, debido a que le tenía un alto respeto. Ciel le dijo que no pasaba nada, siendo mucho más cortes, en comparación a su esposo. Juliano inmediatamente al notar eso, (y para seguir bromeando un poco con el pequeño conde), fingió estar molesto con el y comenzando a reclamarle que no estuviera "ligándose" a su esposa, ya que el ya estaba comprometido con Elizabeth. El pequeño demonio se sonrojo mucho, bastante sobresaltado (y a la vez horrorizado) de que el conde Rosenight le reclamara por una locura como esa.

Sebastián se tuvo que volver a cubrir su boca con su mano, para volver a reprimir las ganas de reír. Ya que ver a su joven amo tan sobresaltado y así de sonrojado, ignorando inocentemente que le jugaban una broma, era algo bastante hilarante. Pero una vez logró calmarse (y en lo que Juliano seguía vacilando a Ciel), el mayordomo se acercó a Isaura, para preguntarle algo que llevaba hace un tiempo intrigándolo.

—Disculpe, Isaura-sama —llamó con voz serena y respetuosa, la mujer se giró—. ¿Sabe dónde está "Demian"?

—¿Ah? Hola, Sebastián-san~ —la mujer le sonrió con cariño a Sebastián, ya que le tenía mucha estima y cariño, al ser el hermano del mayordomo de su esposo, al cual ella igual tenía afecto—. Pues… si no me equivoco, el debería estar "en el lugar de siempre". Aunque al principio se negó, Juliano y yo le dijimos que descansara, ya que el se empeño mucho en arreglar todos los preparativos de la boda~

—Ya veo… —Sebastián no pudo evitar sentir un poco de preocupación, por pensar en el estado de su hermano luego de preparar todo eso. Ya que aunque fuera demonio igual que él, su hermano tenía algunas dificultades en su condición—. Si me disculpa, Isaura-sama…

Sebastián inclinó su cabeza, en señal de respeto, saliendo al paso veloz de la iglesia. Sintió cierto alivio a la vez, ya que para un demonio como él estar dentro de un lugar tan "sagrado", era incómodo —relativo a un albino estar mucho tiempo bajo el sol— aunque poco a poco había ido acostumbrándose. Sabía que su joven amo, ahora al ser demonio no corría riesgo alguno estando sin él, así como en ese momento estaba en compañía de gente confiable, por lo que el mayordomo no debía preocuparse. Al ya estar seguro de que nadie le miraba, el mayordomo ágilmente saltó sobre las copas de los árboles, alejándose cada vez más de la iglesia. No tardó mucho en llegar hasta una especie de claro, el cual estaba perfectamente protegido de la entrada de cualquier intruso por una gran estela de frondosos y verdosos pinos, apilados en círculos. Sólo era posible entrar allí saltando, cosa que para Sebastián no era gran cosa.

Al comenzar a caminar sobre el suave césped, se acercaba hacia un abedul, (mucho más grande que los demás árboles), que yacía en el centro del claro, justo frente al lago de cristalinas aguas. Al darle la media vuelta al árbol, Sebastián encontró lo que esperaba: un hombre muy parecido a él, descansando tranquilamente y recostado del tronco del árbol. Tenía mucho parecido entre sí, sólo que los mechones que caían a cada lado de su rostro eran más largos, por unos pocos centímetros. Iba vestido con una camisa grisácea, junto a un frack de mayordomo (similar al de Sebastián), solo que era de color blanco, tanto el chaleco como el pantalón, sin una sola mancha. Llevaba también guantes y zapatos grises. Las facciones de su rostro dormido y de clara piel, eran iguales a las del mayordomo de negro. No por nada eran gemelos, siendo Sebastián el mayor.

El "mayordomo blanco" se veía tan apaciblemente con sus ojos cerrados y tan relajado (aunque en realidad no dormía, ya que los demonios no lo hacían, solo descansaban), que Sebastián no pudo evitar sonreír de ternura, así como con algo de diversión. ¿La razón de lo segundo? Pues porque sobre los hombros, piernas y cabeza del menor, reposaban varios pajaritos multicolores y rechonchos. Algunos de ellos estaban igual dormiditos y otros traviesamente picoteaban los cabellos del "no durmiente".

—… Demian, despierta… —susurraba Sebastián, posando una mano sobre el hombro derecho de su hermanito y agitándolo con suavidad.

Casi al instante, el "bello no durmiente" dio un pequeño respingo, provocando que algunos de los pajaritos salieran volando. Poco a poco abría sus ojos revelando el color de estos, el cual (a diferencia del carmesí de los ojos de Sebastián) era de color negro azabache. Aún algo soñoliento, el demonio menor restregaba sus ojos, para desperezarse por completo. Sebastián no pudo evitar soltar una risita, ya que Demian se veía algo gracioso recién despierto, así como con los cabellos azabaches alborotados (a causa de los pajaritos de su cabeza, éstos al volar lo despeinaron).

—Vaya… el ver al mayordomo de la familia Rosenight durmiendo bajo un árbol, con pequeños pájaros posados sobre su cabeza y así de despeinado… sería algo para que los nobles se rían —decía burlonamente el oji-carmesí.

—Ja, ja… muy gracioso —reía con claro sarcasmo Demian, arreglando un poco su cabello con su mano izquierda y sacudiéndose las plumitas que las aves dejaron en su traje—. Ni que fuera tan gracioso, onii-san.

—Pues me perdonarás la expresión, si se veía gracioso~ —sonrió encantadoramente el mayor, ayudando al menor a levantarse—. Pero cambiando de tema… te felicitó por lo bien que preparaste los arreglos de la boda, aún con tu condición eres un mayordomo eficiente.

—Pues admito que fue un poco difícil, pero no imposible —Demian sonrió ilusionado—. No iba a dejar que mi condición, me impidiera preparar los preparativos de la boda de mi señor y su novia~

—Sí, sí. Es bueno que descansaras, onii… pero… es una pena que no pudieras estar presente durante la boda… —Sebastián en ese momento se cruzó de brazos, adquiriendo un semblante serio, por lo que Demian se extrañó—. ¿Sabes por qué? —Al ver la curiosidad de su hermano menor, Sebastián añadió, adquiriendo ahora una media sonrisa divertida—. Te perdiste la "espléndida" atrapada del ramo, de parte de mi Bocchan~

La forma tan sarcástica en que el Michaelis mayor hizo hincapié en «espléndida», provocó que Demian riera levemente. Aunque no hubiera estado allí, era capaz de imaginarse el momento. En eso un curioso gorgojeo sacó a los dos demonios de su conversación. Alzaron sus miradas, para cerciorarse de la presencia de un cuervo, en una de las ramas más bajas del árbol. Sebastián sonrió, ya que se trataba de un "viejo amigo" suyo.

—Oh, vaya~ —el oji-carmesí extendió su brazo derecho, a lo que el pájaro de plumajes negros no dudo en revolotear y posarse en éste. Sebastián acarició con su mano izquierda la cabecita del animal, a lo que éste picoteo con cariño uno de sus dedos.

Ante la mirada dudosa de su hermanito, Sebastián le explicó —aún dándole cariñitos al cuervito— que era algo así como un "viejo amigo" suyo, el cual desde que se re-encontró, con el cual siempre charlaba un rato en la mansión de su joven amo. Y de hecho fue allí mismo, dónde comprobó que era totalmente confiable.

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~~Flashback~~
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El sol irradiaba calor, con total esplendor sobre la mansión Phantomhive. El cuervito yacía tranquilo y sereno exactamente en el mismo punto, en la misma rama, del mismo árbol "desnudo", mirando fijamente hacia dónde hace unas horas el carruaje —en dónde iban su amigo mayordomo y el "enanito" al que le servía— con su par de ojitos negros. Fue entonces cuando varios sonidos de gritos alarmados, sacaron al animalito de su vigilancia, por lo que éste se giró velozmente hacia la mansión, revoloteando un poco y posándose en el marco de una de las ventanas. Puede que por los alrededores externos de la mansión, todo fuera calma… pero adentro… todo era una locura. Un trío de personas, los cuales eran los sirvientes de la mansión, parecían hablar algo entre ellos y se les notaba preocupados.

Uno de ellos se llamaba Bardroy, (más conocido como Bard), era un hombre alto y de contextura robusta, de unos 30 y tantos años, de piel levemente bronceada. Sus cabellos eran cortos, color rubio sucio/oscuro y levemente alborotados; así como sus ojos eran de un color azul claro. También tenía unos cuantos vellitos en su barbilla y, como siempre, un cigarillo en su boca. Vestía el típico uniforme blanco de chef, calzaba unas botas negras y colgando en su cuello, llevaba unos lentes de aviador. El otro era Finnian, un joven de piel clara, cabellos color rubio fresa y de ojos color turquesa. Al ser el jardinero de la mansión Phantomhive, llevaba puesta la ropa adecuada para la tarea: portando pantalones cortos marrones, una playera color beige, unos característicos guantes de jardinero, un par de botas y un sombrero de jardinero, (el cual apreciaba mucho, ya que fue un regalo de su joven amo Ciel). Maylene era la única mujer de dicho grupo, de piel clara y con la apariencia clásica de una maid. Llevaba un vestido azul oscuro, junto a un delantal blanco, acompañado de unas gafas redondas (que ocultaban sus ojos, de un color marrón). También tenía el pelo corto y de color bordo, en ese momento atado en dos coletas.

Rayos… —Bard fue el primero en hablar, cruzado de brazos y cerrando los ojos. Aunque en ese momento era el más calmado de los tres, no se podía negar que estaba preocupado—. ¿Dónde se habrán metido Sebastián y el Bocchan?

¿¡Y… y si el Bocchan fue secuestrado otra vez!? —exclamó una alarmada y angustiadísima Maylene, con sus manos en su rostro y temblando levemente de los nervios.

Pero… —ahora el turno de palabra era de Finnian, el cual era una mezcla de la angustia de Maylene y el razonamiento de Bard—. Si hubiera sido así, ¿qué Sebastián-san no lo hubiera rescatado ya?

E… es cierto… —pero en ese momento Maylene gritó fuertemente, con su angustia aumentando y sujetando a Finnian de los hombros—. ¡Pero, Finny! ¿Y sí… ¡algo malo le pasó también a Sebastián-san en ésta ocasión!?

¡N… no puede ser! —Finnian se horrorizó mucho por esa suposición, ya que aunque a veces pudiera temerle, también sentía un gran respeto y admiración por el mayordomo.
Sus ojos turquesas se humedecieron un poco, no tardó mucho en entrar en llanto debido a la preocupación. Maylene se contagió. Por su parte Bard suspiró, con una pequeña vena palpitante a un costado de su cabeza, debido a todo el ruido que causaban sus dos pequeños compañeros. Pero en ese momento, apareció frente a ellos un entrañable ancianito, que era el administrador de la mansión.

El Sr. Tanaka se encontraba en su forma "crecida" (es decir, la no chibi), por lo que se apreciaba que era un señor mayor, de bigote y cabellos grises. Sus ojos eran negros y llevaba unas gafas colgantes en uno de ellos. Iba vestido con su usual traje limpio: camisa blanca-rojiza, debajo de un chaleco negro, junto a pantalones grises y mocasines oscuros. También llevaba puestos guantes blancos y como siempre, con una taza de té japonesa entre sus manos. El ancianito con su usual voz calmada y sabia, siendo visto por los demás con total atención y silencio, habló.

No hay razón para preocuparse —sonrío dulcemente, antes de continuar—. «Aunque haya volado lejos, el cuervo siempre regresa a su hogar~»

Bard suspiró irritado, mientras que Finnian y Maylene ladeaban la cabeza, confundidos. Y allí iba el viejo, con otro de sus acertijos indescifrables. Pero antes de que pudieran siquiera preguntarle algo, Tanaka cerró sus ojos y se comenzó a "desinflar", encogiéndose con velocidad, hasta quedar en su forma "chibi" y finalmente rió su usual «¡Jo, jo, jo~!», para darle un sorbo a su taza de té.

Los tres sirvientes soltaron un grito de alarma, arrojándose hacia el pequeño Tanaka, sujetándolo Bard y los tres preguntándole con desespero, que les diera aunque sea alguna pista más. Tanaka asintió, soltando otro «¡Jo, jo, jo~!» y girando su relajada mirada, en dirección a la ventana, donde yacía el pequeño espectador de plumitas negras.

¿Eh? Awwwww, un cuervo~ —Finnian no puedo evitar acercarse corriendo hacia la ventana, mirando con brillo en sus ojos al animalito, el cual solo ladeo su cabecita curioso.

Pero… aunque Tanaka-san haya dicho que «el cuervo no se ha ido para siempre»… —hablaba confusa Maylene, acercándose también al cuervito de la ventana—. ¿Que conexión tiene éste amiguito, con Sebastián-san y el Bocchan?

En ese momento, el pequeño animal soltó un agudo gorgojeo, sobresaltando tanto a Maylene como a Finny. Luego se giró de un saltito, levantando vuelo y posándose en el camino de tierra, que llevaba a la salida de la mansión. Los sirvientes extrañados siguieron al animalito con la mirada, notando el punto dónde éste se detuvo. Decidieron ver hacia la dirección en que el cuervo miraba, llevándose una gran sorpresa por lo que vieron. Caminando tranquilamente hacia la entrada de la mansión, iba un tranquilo y sonriente Sebastián, cargando a un Ciel igual de sereno entre sus brazos. Ambos lucían totalmente sanos y sin heridas.

¡Sebastián-san~! ¡Bocchan~! —Gritaron muy emocionados Finnian y Maylene, aún asomados por la ventana—. ¡Están bien!

Ante esos gritos, Sebastián giró su mirada y solo sonrió un poco, pero al centrar su mirada en el suelo, justo frente a la entrada de la mansión, su sonrisa aumentó al ver al cuervito. El animal sin necesidad de ser llamado, levantó vuelo y se dirigió al mayordomo, posándose sobre el hombro derecho de éste.

¿Qué tal, muchacho? —Preguntó el oji-carmesí, a modo de saludo y sonriéndole al cuervo.

Ciel miró extrañado al animal y luego a su mayordomo, preguntando con su tono normal—. ¿Y ese cuervo?

El mayordomo miró al demonio más pequeño, ahora sonriendo de forma misteriosa y medio pícara, limitándose a responder un «Es un viejo amigo mío~», como si fuera la respuesta más obvia del mundo. El cuervito gorgojeo levemente, como afirmando lo que el hombre dijo. Ciel chasqueó la lengua fastidiado, había veces en que ese tipo de respuestas de parte de su mayordomo lo molestaban. En ese momento, el cuervito levantó vuelo nuevamente, volando en círculos encima de los dos demonios, antes de alejarse volando.

Muchas gracias por cuidar la mansión en mi ausencia, amigo~ —dijo Sebastián, antes de ver al pájaro desaparecer en el horizonte del cielo.

Fue entonces cuando al ya estar frente a la entrada de la mansión, (y por orden de Ciel), que el mayordomo posó al muchacho oji-azul en el suelo. Al abrirse velozmente la puerta principal de la mansión, los tres sirvientes emocionados se arrojaron a recibir a los recién llegados, seguidos de un sereno Tanaka, que aunque bien sabía que ellos volverían, igual parecía feliz. Ante las dudas de dónde habían estado, Ciel y Sebastián se miraron, sonriendo complicemente y el mayordomo respondió, totalmente calmado un simple «Bocchan y yo fuimos a dar un paseo~», a lo cual los demás, luego de extrañarse un poco, decidieron no presionarles más y se resignaron ante esa respuesta. Aunque si felices de volver a tener al mayordomo y al pequeño conde devuelta.

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~~Fin del Flashback~~
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—Y por eso le tengo tanta confianza a éste amigo —continuó Sebastián, luego de acabar su relato, aún acariciando al animalito—. A pesar de que le dije que mi Bocchan y yo, nos marcharíamos de allí… el esperó en el mismo lugar. Seguramente por saber que "éste viejo cuervo" no se iría por tanto tiempo~

—Ya veo —Demian asintió, con una pequeña gotita de sudor resbalando por su nuca, ya que rara vez su hermano se refería a sí mismo con el termino de cuervo—. Y onii-san… sobre Ciel-sama, ¿cómo le ha estado yendo?

Sebastián sonrió levemente, al entender que por el tono con que realizó esa pregunta, su hermano quiso decir «¿Cómo le ha estado yendo con su nueva vida de demonio?».

—Ah, pues mi Bocchan se ha adaptado bien. Por alguna razón, ni renaciendo como demonio… perdió esa "obsesión" por los alimentos dulces… lo que me hace preguntarme si… —el oji-carmesí se llevó una mano a la barbilla, entrecerrando sus ojos, al parecer pensando algo muy importante.

Al menos esa era la impresión que le daba a Demian, pero lo que en realidad pasaba por la mente del Michaelis mayor era otra cosa, relacionada a ciertas criaturitas peludas y suavecitas, que le encantaban y derretían al demonio por su "pecador encanto"… alias, los gatitos.

«Sí el Bocchan renació como demonio, significa que ya no tendría ninguna reacción alérgica*, por lo que… no tendría excusa alguna para negarme recoger un gatito y quedármelo~?» —El pensar en que por fin tendría dicha oportunidad, se sonrojó levemente, haciendo un gesto de pellizcar algo con una de sus manos.

En ese momento se estaba imaginando a si mismo, tocando las rosaditas y suavecitas almohadillas, de las patitas de algún precioso gatito y sonrió encantado, con sus ojos cerrados. Demian al ver así a su hermano, además de siendo rodeado por una hilera de brillitos, no pudo evitar soltar una leve risa divertida. Risa que no fue desapercibida por Sebastián, el cual a velocidad de vértigo, sustituyó su cara sonriente por una seria, así como los brillitos que lo rodeaban se volvieron un aura oscura, demoniaca y sobretodo amenazante.

—¿Qué es tan divertido… Demi-onii~? —preguntó con voz peligrosamente calmada, con su rostro oscurecido y con sonrisa "amable" en su rostro.

¡Ay, madre! Ya lo había hecho… Lo había llamado "Demi-onii". Sebastián sólo lo hacía en muy pocas ocasiones, siendo la gran mayoría de ellas… momentos antes de darle una buena paliza a su hermanito menor. El aludido sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, con varias gotitas de sudor resbalando por su nuca. En su estado de temor, solo pudo responder un tembloroso «Na… nada, onii-san». Pero en ese momento (y casi como una salvación para Demian), el pequeño cuervo gorgojeo nuevamente, agitando sus alas, levantando vuelo y alejándose de los dos demonios, desapareciendo entre el cielo.

Sebastián giró su mirada, siguiendo al cuervo con su mirada carmesí. Su aura amenazante se había esfumado, por lo que Demian alabó y agradeció internamente esa intervención del animalito, ya que seguramente le había salvado de recibir una buena paliza. Al ya no ver a su amigo emplumado, el Michaelis mayor suspiró levemente, girándose hacia su hermano y diciéndole que mejor lo acompañara a la iglesia. Demian asintió, sonriendo dulcemente, ocultando a la perfección su nerviosismo del susto de antes. Sebastián se giró, pero al disponerse a dar el primer pasó, se detuvo en seco. Eso provocó que Demian volviera a ponerse nervioso, aunque intentaba aparentar.

—Oye, Demian…

—¿Sí…?

—¿Sabes…? Ahora que no hay ningún humano observando… me provocó que "jugaramos" un rato —hablaba aún de espaldas al Michaelis menor—. Tu sabes~ cómo solíamos hacer de jóvenes… —al girarse lentamente para encarar a su hermanito, Sebastián reveló nuevamente su rostro oscurecido, con ojos cerrados y sonrisa "encantadora/amenazadora".

Las pupilas oscuras de Demian se achicaron, temblando con su "piel de demonio" volviéndose "piel de gallina", sudando bastante y retrocediendo 5 pasos, por cada paso que su hermano daba hacia él.

—¡E-e-espera, o-o-onii-san! ¡En mi estado de salud, no estoy apto para ju-jugar! —Tartamudeaba el pobre y asustado Demian, con sus manos extendidas levemente hacia adelante—. ¡So-soy un demonio enfermo! ¡N-no tengo la misma resistencia que tú? ¿Re-recuerdas?

—Ah, cierto~ descuida, hermanito. Debido a eso, en ésta ocasión seré considerado… —Sebastián aún con sus ojitos cerrados y con esa sonrisa, juntó sus manos e hizo sonar sus nudillos. Al abrir sus ojos, éstos ahora eran de un rojo aún más brillante y demoníacos, su sonrisa aumentó, hasta el punto de que se notaban sus colmillos—. ¡Te voy a golpear con más suavidad en ésta ocasión~!

Debido al inmenso temor al ver que su hermano iba en serio, los ojos negros de Demian se volvieron rojizos y demoníacos, sintiendo que se hacía pequeñito, así como su hermano se hacía grandote y soltó un fuerte grito de «¡Te-ten piedad, onii-saaaan!», el cual resonó por todo el bosque y provocó que algunas aves, (que descansaban entre los árboles) salieran volando asustadas.

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Volviendo a la iglesia, a las afueras de ésta, en su extenso y basto jardín verdoso, que era adornado por varias mesitas redondas, cubiertas por manteles blancos, en cada una reposaban unos floreros con las mismas rosas monocromáticas que había dentro de la iglesia. Ciel yacía parado frente a la extensa hilera de mesitas, juntadas entre sí, haciendo de comedor. Era la mesa de bocadillos, lugar favorito del pequeño muchacho, ya que en ella rebosaban los dulces; se veía ciertamente adorable comiendo con esa carita entre orgullosa pero gustosa, al probar cada alimento. Había cogido entre sus dedos una pequeña cereza, de un plato amarillo en que habían varias. Estuvo a punto de metérsela a la boca… cuando…

—¡Oooooh~! ¡Isaura-onee-chaaaan~! —Se escuchó exclamar a una voz, aguda y alegre, la cual le dio hizo que Ciel se congelara por reconocerla.

El pequeño conde estaba con la boca abierta y con la cereza a medio camino de entrar a ésta. Su ojito visible estaba totalmente abierto y con su pupila muy achicada, con varias gotitas de sudor resbalando por su cuello, debido a los nervios. La recién casada Isaura, que no estaba muy lejos, se giró extrañada. La mujer sonrió muy feliz, al ver acercarse a un sonriente hombre de clara piel cual porcelana y cabellos rubios "cual hilos de oro" rizados. Sus ojos violetas brillaban con alegría y su usual galantería. Iba vestido con su traje predominantemente blanco de bolsillo, una corbata estilo ascot, junto a una variedad de accesorios, (entre ellos broches de variados y vividos colores), junto a unos guantes del mismo color del traje.

El vizconde de Druitt, Aleister Chamber, así como hermano mayor de Isaura —y por lo tanto, nuevo cuñado de Juliano Rosenight— al acercarse a su hermana, sujetó las manos de ella entre las suyas.

—¡Onii-san! Sí viniste~ —Isaura rebosaba alegría en su sonrisa.

—¡Claro que vine, querida! No iba a perderme tu boda por nada… —aclaró el Chamber mayor, cuando de pronto sus ojos comenzaron a humedecerse—. Ay… mi pequeña hermana… al fin se volvió una mujer… "sniff" —pero en eso se paró firme, apretando sus puños, temblando levemente y aguantándose el llanto de alegría—. ¡No! ¡Me niego a llorar ahora! ¡Me juré a mí que no lloraría en tu boda, hermanita!

Isaura miró a su hermano (determinado por ser fuerte) con sonrisa nerviosa, junto a una gotita de sudor resbalando por su nuca. Pero fue entonces cuando un sonriente Juliano —sin saber nada del delicado estado del vizconde de Druitt, ya que había estado charlando con unos familiares algo alejado de la escena— se acercó, tocando el hombro derecho de Aleister.

—Ah, Aleister-sama~ —dijo a modo de saludo, feliz de ver que su cuñado viniera—. Que bueno verte por…

Pero antes de que el morenito acabara su oración, Aleister no logró aguantar y entró en llanto, llevándose ambas manos a la cara y llorando a modo de cascada. Juliano totalmente inocente de eso, miró extrañado a su cuñado, pero entonces el vizconde se giró bruscamente hacia el Rosenight, sujetándolo de los hombros —aún con lágrimas, similares a pequeñas cascadas, resbalando por sus mejillas— y siendo rodeado por brillitos de determinación.

—Juliano… prométeme que cuidarás bien de mi pequeña y querida Isaura —pidió Aleister con expresión seria, aún sujetando los hombros del moreno.

El Rosenight al principio, algo extrañado se quedó viendo a su cuñado, pero luego imitó el semblante serio de él. Asintió diciendo—. Se lo prometo, Vizconde Druitt.

Duraron unos momentos más en silencio, viéndose fijamente los dos hombres, cuando el semblante serio de Aleister volvió a ablandarse y abrazando fuertemente a Juliano, exclamó entre llantos: «¡Aunque te pedí que solo me dijeras Aleister, me tienes tanto respeto que me sigues diciendo "Vizconde Druitt"! ¡Eres un buen hombre, Juliano!».Juliano al ver lo sensible que era su cuñado, no se enojó, más bien sonrió enternecido, de ver que él fuera un hombre que no temía ocultar sus emociones, algo que no era muy común y que admiraba. Por lo que comenzó a darle palmaditas, cariñosamente al rubio en la espalda, a lo que Aleister (ocultando su lloroso rostro en el pecho del hombre que lo consolaba), añadió exclamando: «¡Y me consuelas, a pesar de que estoy empapando tu traje con mi llanto! ¡Realmente eres buen hombre, Juliano!». Los presentes más cercanos a esa escena, miraban todo con gotitas de sudor resbalando por sus nucas. Juliano por su parte, seguía dándole palmaditas al rubio-claro y sonriendo dulcemente.

—Ya, ya… ¿qué le parece si vamos a la mesa de bocadillos, Aleister-sama? —Sugirió Juliano, sonriendo amablemente.

Ahora estaba dirigiéndose con un apodo aún respetuoso, pero para hacer sentir más cómodo al rubio se dirigió a él por su nombre; a lo que un Aleister ya calmado aceptó. Tan pronto como se cercioró de que el vizconde se acercaba a la misma mesa en dónde se encontraba, Ciel sintió un segundo escalofrío recorrer su cuerpo. ¡Druitt estaba en la fiesta de la boda! El hecho de estar tan aterrado, no era por el comportamiento del excéntrico vizconde… sino por cierto suceso, que sucedió a sus 12 años, en el cuál se implicaba cierto vestido rosado y muy bordado, el cual Ciel tuvo que usar muy a su pesar.

Fue en esa "misión de encubierto", dónde tuvo que "travestirse y hacerse pasar por mujer, (junto a su «tutor» Sebastián) para investigar al Vizconde Druitt (al éste ser uno de los principales sospechosos del caso de «Jack, el destripador»), siendo "manoseado" por el vizconde y casi vendido. Aunque al final todo resultó bien, el pequeño Ciel había hecho todo eso para nada. Y lo peor era que en ocasiones importantes, dónde Aleister estaba presente, siempre al emocionarse hacía mención de esa "pequeña y joven petirroja, que se había ganado su corazón y que le provocaba atrapar entre sus brazos", Ciel sentía un escalofrío (como en el concurso de Curry, en el que Sebastián —luego de una locura de "zombies"— fue el chef-mayordomo ganador).

Al sentir un tirón en su camisa, Ciel salió de su estado de shock y giró su mirada. Descubrió que el que le había hecho ese tirón, era el perro de Juliano Rosenight. Un imponente y hermoso, pero sobre todo cariñoso, gran danés. Era tan alto que casi llegaba a la altura del chico (siendo la máxima altura que tenía, un poco abajo de los hombros de éste). Su pelaje era fino, suave y de color marrón, con algunas diminutas y curiosas manchitas verde oscuro, en algunas zonas de su lomo, (eran lunares de nacimiento según su dueño). Sus ojos eran de un tono verde limón y con brillo de amabilidad. Tenía un collar de cuero negro, adornado con unas pequeñas gemas verdes, en el centro se distinguía una placa de oro, dónde se encoraba su nombre: «Duke».

—Ah, así que eras tú~ —Ciel no pudo evitar sonreír, acariciando con suavidad la cabeza del gran danés.

Bien conocido era el gusto de Ciel por los perros, no importaba la raza, tamaño o color; adoraba la lealtad incondicional de esos animales. Ciertamente, aunque no fueran la misma raza, Ciel veía a Duke como a su fallecido y querido perro «Sebastián Michaelis» (los que hayan leído el manga, sabrán bien de dónde sacó Ciel la inspiración para ponerle el mismo nombre a su mayordomo, ¿no?) Duke recibió la caricia del pequeño conde gustoso, moviendo levemente y con ese porte tan elegante su alargada cola.

—Ah, Ciel-kun~ —llamó Juliano sonriendo, acercándose al muchacho. Ciel se giró a verlo—. Veo que Duke saludó al "padrino" de la boda.

—Sí, sí —respondía Ciel nuevamente, con tono fastidiado—. El perro es muy sabio, ya lo noté.

Así es. Ciel no sólo era uno de los invitados más cercanos de la boda. También era uno de los más confiables, por lo que el Rosenight y la Chamber no duraron en escogerlo como padrino. La verdad, tanto Ciel como Sebastián habían sido las dos únicas opciones, pero el mayordomo con total respeto, había dicho lo siguiente:«Agradezco mucho su gesto, pero no puedo ser el padrino. No soy más que un simple mayordomo~», por lo que en definitiva, Ciel fue el escogido. A pesar de todo, a la final Juliano logró convencer al mayordomo de asistir a la boda.

Fue en ese momento, que Duke se giró velozmente. El gran danés lanzó un leve y emocionado ladrido. ¿La razón? El ver que finalmente el par de mayordomos Michaelis habían regresado. Se notaba claramente que Demian lucía extraño, al caminar se tambaleaba levemente de lado a lado y se veía algo… ¿traumado? Sí, esa era la palabra. Sebastián por su parte, estaba todo sonriente y tranquilo. Ciel suspiró con fastidio, al ver que su respectivo mayordomo seguía con esos "juegos infantiles", desquitándose con el pobre de Demian. Pero Juliano sólo suspiró y luego sonrió, con leve pena por su respectivo mayordomo. Aunque bien sabía que Sebastián nunca llegaba a extremos peligrosos, cuando "jugaba" con Demian y que en el fondo quería a su hermano, por lo que Juliano no se preocupaba.

El gran danés no tardó en salir corriendo, en dirección al par de mayordomos y saltar sobre el, ya no traumado sino sorprendido Demian. Éste luego cambió su sorpresa, por una radiante sonrisa, comenzando a acariciar al animal, mientras éste le lamía con cariño una de sus mejillas, con su suave lengua, causándole cosquillas al oji-negro. Una vez saludó con ánimo al mayordomo blanco, el perro se apartó de encima de éste y se giró hacia Sebastián. La diferencia era clara, ya que el can saludó al mayordomo negro con extrema calma y respeto, tendiéndole una de sus patas delanteras. El oji-carmesí sonrió sereno, sujetando la pata del can. Aunque bien el mismo Sebastián, (a diferencia de Demian), no fuera un amante de los perros, Duke era uno de los pocos canes en los que tenía más estima, ya que era tan calmado y refinado (aún con esa mezcla de revoltoso y juguetón espíritu canino) como un hombre. Debía admitirlo, Demian había adiestrado bien al can.

—Hola, muchacho—dijo a modo de saludo el oji-carmesí, acariciando la cabeza del perro con una mano, una vez cesaron su saludo de mano-pata. Luego se giró hacia Demian, que le sonreía risueñamente aún en el suelo—. ¿A qué viene esa sonrisa?

Preguntó extrañado Sebastián, ayudando a su hermano a levantarse, a lo que éste le una vez de pie, aún sonriente le respondió con otra pregunta—. ¿No es obvio~?

—¿Qué cosa? —volvió a preguntar Sebastián, ésta vez con una ceja alzada.

—Te encariñaste con Dukecito~ —aclaró Demian, sonriendo aún más y con ciertos brillitos rodeándolos a él y al nombrado can, al cual acariciaba dulcemente.

El demonio mayor se cruzó de brazos y rodando los ojos, se excusó diciendo—. Una simple caricia no equivale a que me agrade.

—Claro, ni Finnian te creería eso, ¿verdad, Duke~? —El perro dio un animado y feliz ladrido, agitando felizmente su cola, casi como respuesta afirmativa a la pregunta.

Ahora Demian era quién poseía esa sonrisa tan burlona-triunfal, la cual normalmente tenía Sebastián al burlarse de su joven amo. La sonrisa del mayordomo blanco aumentó, ya que Sebastián sólo entrecerró sus ojos, pero se quedó callado. «El silencio otorga», pensó Demian, saboreando de esa pequeña, pero satisfactoria, victoria contra su hermano.

—Vaya, tal parece que el cuervo cerró el pico, ¿no?

Se escuchó decir a una voz gruesa y fría, pero serena a la vez. Los dos Michaelis y el perro se giraron. Encontrándose con un hombre alto (unos pocos centímetros más que Sebastián), de piel pálida y de facciones suaves, dándole cierta belleza, que derretiría a cualquier mujer. Cuyos ojos eran tan negros, sin brillo y tan profundos, que eran casi como un abismo. Su cabello era corto, perfectamente peinado a los lados y de color castaño oscuro. Vestía un frack de color café oscuro, junto a algunos detalles rojo oscuro. Se trataba del mayordomo de la familia Sunflow, aliada de la familia Rosenight. Sebastián no pudo evitar hacer una muy pequeña mueca de disgusto al verlo. ¿La razón? Pues tanto él, como dicho mayordomo café, tenían una relación "no muy buena", siendo algo así como "rivales".

Howder Matthews… —dijo fríamente Sebastián, a modo de "saludo", pero uno no muy amigable.

—Sebastián Michaelis… —correspondió el "saludo" el otro mayordomo, con el mismo tono de voz tan grueso y frío de antes.

—Ehm… —dijo un nervioso Demian, deteniéndose luego, al no saber que más decir, recorriendo con su mirada a su hermano y el "rival" de éste.

Al notar que entre el mayordomo negro y el mayordomo café, se inició un largo e incómodo silencio, Demian también se cercioró de que las sombras de ambos mayordomos aumentaban de tamaño, adquiriendo una peligrosa aura demoniaca. Eso sólo significaba una cosa: que ambos demonios, (sí, Howder también era un demonio), se batirían en duelo en cualquier momento. Demian no fue el único en percibir dicho riesgo, Duke (por sus sentidos caninos) era capaz de ver las sombras, al igual que Ciel (al ser demonio). Con sonrisa aún nerviosa Demian añadió velozmente, intentando cortar la fuerte tensión en el ambiente, en lo que una gotita de sudor resbalaba por su frente.

—Demian Michaelis~ Duke el gran danés~ —al mismo tiempo que sujetaba y agitaba de arriba hacia abajo una de las patitas delanteras del perro, como si éste saludara—. Bien. Ahora que ya todos nos presentamos… ¿nos vamos con nuestros amos, hermano?

Se dirigió sonriendo hacia Sebastián, aunque la última pregunta fue casi como un ruego. Ruego que trataba de evitar alguna pelea entre el oji-carmesí y el hombre de ojos profundos. El Michaelis mayor se quedó viendo, de la misma forma fría a Howder, pero sólo suspiró y dijo un resignado «Sí, vámonos». A la vez en que se daba media vuelta, dirigiéndose hacia su joven amo, lejos por unos pocos metros, siendo seguido por un aliviado y pacífico Demian, al igual que por Duke. El mayordomo, de nombre Howder, entrecerró sus ojos y de igual forma, se alejó hacia la dirección contraria a los otros hombres, quizás igual en busca de la persona a la que servía.

Volviendo con los hermanos Michaelis, era de más decir que Sebastián recibió una leve, pero molesta, greña de parte de Ciel. Ya que éste sin decirle nada, se había marchado y dejándolo solo en la iglesia —y siendo víctima de las bromas de Juliano por un buen rato— cosa que molestaba mucho a Ciel. Aunque bien no regañaba al mayordomo tan en serio, ya que bien sabía la razón del porque éste se marchó: su gemelo Demian. No hacía mucho que Ciel lo conoció, por presentación de Juliano. Solo tenía claro que era muy parecido a Sebastián, pero de ojos negros, cabello levemente más largo y frack blanco, así como al parecer más dulce y pacífico. Era curioso imaginarse a alguien tan parecido al "tétrico y calculador" Sebastián tan distinto, tan amable.

A pesar de ello, Ciel y Demian en el poco tiempo que se conocían, había entablado una buena relación. No importaba que él fuera otro mayordomo, la verdad era alguien muy paciente y que se llevaba bien con todo el mundo, sobre todo con los niños. Pero tristemente, el pobre demonio de traje blanco estaba algo delicado de salud, (ni tanto para tener que estar en cama, ni tampoco como para hacer algo que lo sobre-esforzara), había sido capaz de arreglar todo lo de la boda él solito, sí, pero sabiendo su delicado estado, su amo le había dicho que descansara por una razón. Pero a pesar de su estado, el Michaelis trataba de esforzarse en su "trabajo" tanto como su hermano mayor, pero bien sabía que si ponía mucho esfuerzo en una tarea demasiado pesada, debía recobrar sus fuerzas y descansar. Así como lo volvía (por raro que suene) un demonio humilde.

Demian al notar que el pequeño conde lo miraba fijamente, le sonrió amablemente y preguntó—. ¿Se le ofrece algo, Ciel-sama?

—No, nada —respondió el Phantomhive tranquilamente, aunque miró unos segundos a Sebastián y luego se giró nuevamente a ver a Demian—. Es solo que al verte, por tu parecido con Sebastián, me resulta raro imaginármelo vistiendo de blanco, es todo.

Demian no pudo evitar soltar una leve y discreta risita, con una gotita de sudor resbalando por su nuca—. E-entiendo, jeje.

En lo que su pequeño amo y su hermano menor hablaban, Sebastián sintió una sensación extraña, adquiriendo un semblante serio y girándose de reojo, en dirección al bosque varios metros lejos de la iglesia. Sobre una de las copas de los árboles, yacía una misteriosa sombra. La lejanía no le permitía al oji-carmesí vislumbrar bien el rostro de ese ser, pero si una curiosa capa, color vinotinto y negro, que se agitaba al viento, que centraba su atención en la fiesta del jardín de la iglesia, para ser exactos… en la pareja de recién casados, sobre todo en la sonriente (y sin saber que la miraban) Isaura.

El mayordomo entrecerró sus ojos, cuando de un momento a otro, el encapuchado vinotinto se desvaneció como un espejismo. Demian, consecuentemente también a su salud (al igual que ciertas habilidades demoniacas, que le eran "bloqueadas" por un accidente que tuvo varios años antes), no había sentido la presencia de esa sombra, miró curioso —y con cierta inocencia de "hermanito menor"— a su hermano.

—¿Onii-san, pasa algo? —Preguntó Demian, un poco preocupado por la expresión de su hermano, (quién aún miraba hacia el bosque).

—Sebastián, ¿ahora qué pasa? —Ciel también miraba a su mayordomo, no muy preocupado, pero curioso. Al ser un demonito joven, aún no había sido capaz de adquirir la habilidad de percepción.

—… Nada, no es nada, Bocchan —respondió ya girándose Sebastián, esbozando una sonrisa fingida, la cual no convenció mucho a sus interrogadores.

Pero en eso un sonriente Juliano, apareció de repente al lado del mayordomo negro, (desconcertando un poco a éste), posando un brazo sobre el hombro de éste y con la mano del otro, sujetando una especie de "dona", con apariencia tostada. Se trataba del "pan de curry", que el mayordomo negro cortésmente había preparado para la ocasión. Los ojos amatistas del Rosenight poseían brillitos, debido a la increíble sensación que el sabor de dicho pan, en cuyo interior rebosaba el líquido y jugoso curry, le brindaba a su paladar.

—¡Sebastián, que bueno que volviste! —Hablaba con gran sonrisa Juliano, sin soltar el hombro del mayordomo—. ¡Los pancitos de curry que preparaste están estupendos! ¡Tienes que probarlos!

—Pero… no podría —se intentaba excusar Sebastián—. Yo mismo los preparé para la fiesta de su boda, Juliano-sama. ¿Qué clase de mayordomo sería si me atreviera a…?

—¡Tonterías! —Exclamó Juliano, interrumpiendo la excusa del mayordomo, al meterle de lleno a la boca un pequeño pan de curry—. ¡Ven, ven, ven~!

Y sin dejar que el pobre oji-carmesí dijera más nada, el Rosenight lo guió (secuestró) a la mesa de bocadillos. Siendo vistos por Demian y Ciel, con unas gotitas de sudor resbalando por sus nucas.


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~Continuará~
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N/A: * En el manga se aclara que Ciel posee una alergia a los gatos, siendo esa la aparente única razón de que le prohíbe a Sebastián adoptar un gato. (Pobrecito Sebastián u_u).

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Shadechu: ¡Bueno! Ese ha sido el primer capítulo nwn Espero les haya gustado, se que quedó largo, pero trataré de que los capítulos no superen el número de 15 páginas, ni más ni menos :3 Y no se ustedes... pero el hermanito de Sebastián, Demian Michaelis, me resulta todo un amor, tan humilde, tan adorable, tan... tan amante de los perros (?) así como tan igual de guapo que su hermano =w=

Ciel: *aparece de repente, comiendo un pan de curry* Pero algo que seguro los lectores se preguntaran, es ¿Por qué Demian está enfermo y cuál fue la razón de ello? ¿Quién es ese mayordomo demoniaco, Howder Matthews y qué habrá pasado entre el y Sebastián, para que tengan esa rivalidad? Y más importante... ¿Quién era esa figura encapuchada del bosque?

Shadechu: Pues eso se revelara a medida que avance la histo... ¡Ay, no! ¿¡Primero Sebastián y ahora tu!? D: ¿Y de dónde sacaste ese pan de curry? Creí que Juliano se los había acabado todos lo de la mesa de bocadillos el solo.

Ciel: Pues Demian ayudó a Sebastián a preparar un poco más. Admito que ambos cocinan muy bien *le da otro mordisco a su pan de curry*

Shadechu: Etoooo, ok. Y bueno, ¡Por favor, dejen comentarios! nwn

¡SAYONARA!

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2 comentarios:

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  2. Awwwwwww, quedé enternecido e impactado con este capi, y muchas partes me dieron risa. Fue chistosa la manera en que Ciel "atrapó" el ramo de la novia (ya se supo que si se casará). Me agradó el hermano de Sebastián, Demian; Quisiera saber que le hizo Sebastián para dejarlo tan traumado.

    Otro personaje que me gusto fue Juliano, no paraba de reir por la manera en que molestaba a Ciel y awwwwww Duke, quisiera un perrito como ese. Me gustaría ver que les deparará el futuro a los recién casados. Por último me llamó la atención ese encapuchado que apareció al final, quiero saber quién es.

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