jueves, 13 de diciembre de 2012

Kuroshitsuji III Akuma no Tengoku to Tenshi no Jigoku - Capítulo 03

Autora: Pandora Michaelis


Link del capítulo anterior: «« Aquí



............................................................................................................

Disclaimer: Ni Kuroshitsuji o sus personajes "oficiales" son de la propiedad de la autora de éste fic, pero hay algunos OCs incluidos.

Advertencias: En éste capítulo se incluye Lemon, al igual que algunas "palabras fuertes" (de parte de nuestro querido Bard y de mi pequeño Daisuke xD)

............................................................................................................

Sebastián: ¡Saludos, estimados lectores! Espero se encuentren muy bien hoy nwn Y… los que se estén preguntando a qué se debían los gritos de Demian en la conclusión del anterior capítulo… descuiden, él se encuentra bien *sonrisa peligrosamente dulce* nwn

Ciel: *sentado en un sofá, de brazos cruzados* Sebastián, no mientas y di de una vez lo que en verdad pasó ¬¬

Sebastián: Pero, Bocchan, yo nunca miento *falsa cara indignada* No he dicho nada falso sobre que Demian esté bien, el sigue "con vida", eso prueba que "esté bien", ¿no? *sonrisa burlona*

Ciel: Como sea… *se acurruca más en el sofá* ¿Pero me despertaste tan temprano solo para presentar el capítulo de hoy? ¬¬

Sebastián: ¡Oh, Bocchan, no sea así! ¿No quiere agradecerles a los lectores por seguir la historia? Después de todo, tanto usted como yo vamos a aparecer mucho.

Ciel: *suspiro* Está bien, está bien. Muchas gracias a todas las personas que leen éste fic. Sobre todo a las que dejan un comentario usando unos segundos de su valioso tiempo… ya que hay muchos que ni lo hacen… ¡cuerda de holgazanes! *su ojo visible brilla de forma demoníaca y con su ceño muy fruncido*

Sebastián: *suspiro y se lleva una mano a la frente* No otra vez, Bocchan… -.-U

Ciel: ¡¿Qué les cuesta aunque sea dejar un pequeño comentario de apoyo?! ¡Son unos bastardos, pedazos de…! ¡Hum! *Sebastián velozmente le tapa la boca con una mano*

Sebastián: ¡Ejem-ejem! Parece que el Bocchan se levantó con el pie izquierdo ésta mañana nwnU *aun cubriendo la boca de Ciel*

Ciel: ¡Huuum-huuum-huuum! (¡Sebastián! ¡Suéltame ahora, bastardo!) *forcejeando levemente, con una gran venita palpitante en su frente* O Ó*

Sebastián: Como dijo el Bocchan, por favor disfruten el capítulo de hoy *sonriendo encantadoramente* nwn

Ciel: ¡Huuum-huuum! (¡Eso no fue lo que dije!) *sigue forcejeando, con más venitas en su frente* ¬¬*****

............................................................................................................

~Cap. 03~
"Ese mayordomo, dedicado pero delicado"

............................................................................................................

Luego de una pequeña y tierna fiesta, de parte de los sirvientes, para felicitarlos por su matrimonio por sí mismos, ya que no habían podido ir a la boda, al usar la "excusa" de querer arreglar la mansión para cuando Juliano llegara junto a Isaura —aunque si la habían dejado más bonita, en realidad lo habían hecho para preparar dicha fiesta— ya todos se habían marchado a dormir, menos los recién casados, quienes por fin se encontraban en su respectiva habitación. Juliano y Isaura yacían sentados en la amplia cama, cada uno al lado del otro. Ese era el momento que ambos habían esperado, desde que se comprometieron, por lo mucho que se amaban… hacer… el amor… pero… la duda de ambos era, ¿por dónde o cómo empezar? Al ninguno saber la respuesta precisa, estaban calladitos, nerviosos de dar el primer paso. Finalmente fue el valiente (pero aun en ese momento tímido) Juliano que decidió romper el hielo, hablando y girándose a ver al rostro de Isaura.

—Me haces muy feliz, Isaura… —El hombre de ojos amatistas se quedó contemplando el rostro de su esposa fijamente por unos segundos, para finalmente besarla en los labios.

El que le había dado en la iglesia fue un "besito dulce" comparado ahora. Al sentir que ella le correspondía con la misma pasión, (una vez dejando atrás la timidez), al igual que rodeaba su cuello con sus brazos, fue cuando pidió permiso de que dejara entrar su lengua a la boca de ella, lo cual no tardó en permitirle Isaura. Ahora ambas lenguas bailaban, entrelazándose y moviéndose casi como si estuvieran bailando. Ya cuando la necesidad de aire era urgente, tuvieron que separarse para respirar. Los rostros de los dos ya estaban muy rojos, a causa de liberar mucha de la pasión en ese beso y de la cual se habían reservado para la noche juntos después de la boda. Una vez ya estaban recuperados, él la rodeo delicadamente con sus brazos, acercando sus labios al cuello blanco de ella y empezar a besarlo, ahora con más tranquilidad. Un agradable escalofrío recorrió el cuerpo de la mujer, la cual se aferró más al cuerpo de su esposo, dándole a entender que le gustaba. El Rosenight sonrió, susurrándole al oído 



«Descuida, querida. Que no pienso defraudarte en esto», con un tono de voz tan grave y sensual a la vez, que sonrojó más a Isaura.

Ella dio un leve respingo, al sentir como las manos de Juliano poco a poco le iban desatando los lazos de la parte trasera de su vestido, una vez lo logró lo comenzó a retirar con cuidado, descubriendo primero la piel de los hombros de la rubia, al igual que el inicio de la zona del busto, la cual era cubierta por el corsé de colores suaves. Juliano no pudo evitar abrir mucho sus ojos, a causa del asombro por notar lo ajustada que estaba dicha prenda íntima, se llegó a preguntar cómo es que Isaura no se asfixiaba por ello. Antes de avanzar más, miró unos segundos al rostro de ella, la cual le hizo un gesto afirmativo, permitiéndole retirar dicha prenda. El sonrió levemente, aunque su rostro morenito ahora se tornaba de un tono carmesí, que poco a poco aumentaba de intensidad a medida que retiraba el corsé. Isaura se sonrojó de igual manera, al sentir su busto ya expuesto, por mero acto reflejo de pena intentó cubrirse con sus brazos. Juliano rió levemente, enternecido de la pena de su esposa, a la vez en que sujetaba sus muñecas y las retiraba con cuidado, exponiendo nuevamente los pechos de ella.

—No tengas pena, ¿de acuerdo? —A medida que decía eso, acariciaba con una de sus manos un punto en esa zona de ella, justo en tu corazón, a la vez en que le susurraba al oído—. Te amo...

—Y-yo también te amo... —dijo ella bastante roja por sentir la caricia en esa zona, con uno de sus ojos levemente cerrado.

—Yo... deseo besar tu corazón... ¿me lo permitirías? —Pidió con mucho deseo en su tono de voz, pero sus ojos amatistas no reflejaban ninguna intensión mala, a lo que ella asintió. Él sonrió, acercando su rostro al busto de ella y plantando un beso dulce justo en la zona del corazón—. ¿Te gusta, Isaura?

—S-sí, s-se siente... bien, J-Juliano —afirmó ella, con un aun más intenso rubor en su rostro.

El Rosenight sonrió dulcemente, empezando a besar el otro pecho, sintiendo que ella le acariciaba su cuello, en un intento de corresponder sus gestos. Isaura soltó un leve gemido de placer, al sentir que ahora Juliano comenzaba a lamer su pezón, por lo que se abrazó al cuello de él, en lo que decía lo bien que se sentía eso. El siguió con esa acción, en lo que susurraba entre lamidas y besos «Déjame darte todo mi amor, Isa-chan», en lo que iba bajando lentamente hacia el vientre de ella, dejando un camino de besitos y algunas lamidas. Isaura dio un leve respingo, sintiendo que su marido ahora sujetaba con suavidad sus muñecas y la acostaba de la misma forma en la cama, quedando él sobre ella.

—Isaura... —susurraba en lo que volvía a besar los pechos de su mujer, gozando de escuchar los pequeños gemidos placenteros de ella—. Mi amor... —a medida que besaba, nuevamente iba subiendo, comenzando a besar el cuello—. Mi vida... —separó su rostro del cuello, para dedicarse a enviarle una fija y profunda mirada a su esposa.

La mujer aun sumisa se sonrojó, tanto por las palabras, como por la intensa mirada que los amatistas ojos de su esposo le dedicaban, que apartó levemente la mirada. Juliano volvió a reír levemente, aunque decidido a hacer que su esposa ya dejara esa timidez, pero sin presionarla y poco a poco. Sujetó con suavidad el rostro de ella entre sus manos, dirigiéndolo nuevamente hacia el suyo. Comenzaba a decirle con tranquilidad lo mucho que le alegraba que él fuera el primero en todo. El primero al que le había dedicado una mirada, al igual que una sonrisa, en aquel baile en la mansión Chamber, donde se conocieron. El primero en concederle un baile en misma fiesta. El primero en verla llorar (a causa de la muerte de un amigo) al igual que el primero en consolarla. El primero en darle un beso y por último, el primero en estar de esa forma tan íntima, en que ahora se encontraban.

—¿Sabes? —Decía con cierto tono nostálgico—. Mi vida halló el sentido cuando logré conocerte, en aquel baile que tu familia dio. De todas las mujeres presentes, tú fuiste la primera que me vio directamente a los ojos y... la primera que me sonrió —al recordar eso, no pudo evitar sonreír también, aunque se extrañó un poco al notar que el rostro de ella se volvía algo triste.

—Pero... ¿por qué me amas? —Preguntó ella, bajando su mirada—. Hay muchas mujeres hermosas en éste mundo, incluso más que yo...

Juliano pareció sorprenderse de dicha pregunta, mirando fijamente a los ojos de ella, para que pudiera ver la sinceridad reflejada en sus ojos amatistas. Le dijo que no importara las circunstancias en que se conocieran, él la escogería infinitas veces antes que a cualquier otra mujer. También le dijo que no menospreciara su belleza física, ya que aunque lo más importante fuera el interior, su físico no era de menos. Aunque en realidad lo que lo hacía amarla no era solo su cuerpo o piel; sino el alma que había podido ver a través de sus ojos acaramelados, (al decir eso, colocó su mano justo en la zona del corazón), ya que ese que decían de que "los ojos son las ventanas del alma" era totalmente real.

—El apoyo que me diste desde el momento en que me conociste... cuando te hable de mi pasado, del pasado de mi familia... —al decir eso, el Rosenight se refería a "algo más", a parte del trabajo de protección de animales—. Me tendiste tu mano... eso es más que suficiente para entregarte todo mi ser.

Acabó su respuesta, esperando que sus palabras lograran haberlo explicado, de la misma forma en que su corazón lo sentía. Juliano secó con sus dedos las pequeñas lágrimas que recorrieron las mejillas de Isaura, lágrimas de felicidad por las palabras que escuchó decirle. Ella pronunció un más seguro y realmente feliz «¡Te amo, Juliano!», a la vez en que ahora era ella la que iniciaba el segundo beso de labios, más pasional ahora que ambos estaban totalmente seguros. Pasaron varios segundos, cuando ya momentos después ambos finalmente estaban despojados de sus ropajes, Juliano se posicionó entre las piernas de Isaura. Pero antes de deslizarse dentro de ella y hacerla su mujer, le dijo con dulzura y serenidad, mirándola directamente a sus ojos acaramelados con los suyos amatistas.

—Anhelo hacerte feliz… para siempre.

Al sentirlo ya entrando dentro de ella, con suma lentitud y extremo cuidado por no querer lastimarla, Isaura se abrazó a él, cerrando fuertemente sus ojos e intentando retener lágrimas doloridas, a causa de ser su primera vez, tanto de ella como de él. Pero ciertamente Juliano, por más pícaro que fuera ciertamente era la primera vez que se entregaba por completo a una mujer, pero en verdad el Rosenight se sentía realmente feliz de hacerlo con la mujer que amaba y amaría para siempre. En un intento por hacerla ignorar el dolor inicial de la penetración, repartía besitos sumisos y serenos por su rostro, susurrándole de vez en cuando «Todo está bien, tranquila… a mí también me duele un poco, pero ya pasará» y eso que decía era cierto. A veces atrapó los dulces labios de ella, con algo de vehemencia, pero eso hacía que Isaura se relajara y dejara de sentir dolor. Pasados unos minutos, el Rosenight pudo sentir como poco a poco su esposa ya se relajaba, seguramente por ya no sentir dolor. Aclarando las suposiciones de su marido, ella junto con pasión sus labios con los de él, en lo que rodeaba la cintura de su marido con sus piernas. El moreno entrecerró sus ojos, en una señal de entender el mensaje y comenzando a aumentar su vaivén con lentitud, poco a poco dando todo de sí, para mostrarle a ella cuanto la amaba.

Una vez se separó de los labios de Isaura, disponiéndose a darle más placer, nuevamente centró su atención de su boca en sus senos. Los gemidos extasiados que salían de la garganta de Isaura le confirmaban a Juliano que lo estaba haciendo más, por lo que aun lamiendo y chupando sus pezones, ahora con más pasión a cada momento, aumentaba la fuerza de sus penetraciones. Finalmente ambos, marido y mujer, sintieron que sus cuerpos eran recorridos por una gran sensación, similar a una descarga eléctrica, soltando en perfecto coro gemidos finales de placer y cada uno sufriendo su respectivo orgasmo. Ya con su semilla plantada en el interior de ella, Juliano sintió su cuerpo agotado, dejándose caer encima del cuerpo de su igual de cansada mujer. Una vez superó el cansancio inicial, Juliano se hizo a un lado, acostándose al lado de Isaura. Luego giró su mirada, admirando unos segundos la hermosa vista del cuerpo de la fémina, luego la centró directo al rostro ella. El Rosenight sonrió, enternecido, por ver el tierno sonrojo en el rostro de Isaura, notándola respirar con tranquilidad y con sus párpados cerrados. Se había quedado dormida. Depositando un último y dulce besito en la mejilla de ella, le susurró con la misma dulzura en su voz.

—Descansa, amada mía~ —a la vez en que se dispuso a cubrir a ambos con la sábana, una vez lo hizo se abrazó a ella y cerró sus ojos, hundiéndose en los brazos de Morfeo.

............................................................................................................

Unas semanas después, Demian como siempre era el primero en despertarse, o al menos eso parecía… tan pronto estaba arreglado con su frac blanco bajó y se dispuso a preparar el desayuno… pero una vez entró a la cocina de paredes blancas, cuyo interior era ocupado por una larga mesa de madera, al igual que por un horno oscuro, un lava-manos de color gris y por una puerta, que era el almacén de los alimentos… el rostro del mayordomo blanco fue adornado por sorpresa, al encontrarse a cierto joven de cabellos rubios en plena cocina de la mansión. El menor de los queridos gemelitos Stellar llevaba puesto un (chistoso) delantal, con el bordado de un conejito blanco, de ojitos azules y rosada naricita; al igual que tenía las mangas de su camisa dobladas y su levita estaba colgada en una esquina de la cocina, para evitar ensuciarla.

—Buenos días, Kirios-kun. Veo que madrugaste —dijo Demian a modo de saludo, una vez ya estaba al lado del menor.

—Sí. Buenos días, Senpai —saludó Kirios, en lo que cortaba con sorprendente velocidad y perfección algo que una vez fue una manzana.

—¿Puedo preguntar el porqué del despertar tan madrugador? —Ciertamente Demian tenía curiosidad, normalmente Kirios no salía de la habitación que compartía con su gemela, hasta que éste igualmente despertara.

Los gemelos Stellar no se separaban mucho, estaban juntos prácticamente desde que nacieron, hacían varias cosas en la mansión entre los dos y hasta compartían cuarto; cosa que no le disgustaba a ninguno porque (por más discusiones entre hermanos que tuvieran) se adoraban mutuamente. De hecho, que Demian recordara, era la primera vez que Kirios hacía algo solo o no velaba el sueño restante de su gemela.

—Pues… —Kirios se detuvo a medio camino de cortar a una indefensa pera, al parecer meditando qué respuesta darle a su superior—. Quise preparar un pequeño puré de frutas, para… alguien…

Luego de preguntarle con aun más intriga el porqué de ese lindo gesto, Demian enarcó una ceja, al notar el leve sonrojo que inundó las mejillas del rubio. Kirios tartamudeó unos segundos, para luego intentar evadir el darle una respuesta a su superior, diciendo (la excusa) de que se le olvidaba pelar la última manzana. El rostro de Demian se tornó ahora sospechante, el jovencito allí presente al parecer estaba enterado de algo y no quería decir qué. El mayordomo solo tenía entendido que el rubio se ponía así con las cosas pequeñas y tiernas, como por ejemplo: perritos, gatitos, pajaritos, ratoncitos (aunque éstos no eran de mucho agrado para la pequeña Blume), muñequitos o peluchitos, niños, etc.

—¿Sucedió algo entre tú y Blume-chan? —Preguntó con extrañeza el mayordomo, pero sin referirse a nada "inmoral".

—… si lo dices de esa forma hasta suena pervertido, Senpai… —objetó Kirios, entrecerrando su visible ojo gris, (ya que el otro era cubierto por su pollina de cabello), y girándolo levemente a ver al Michaelis. Ciertamente cualquiera podría malpensar la pregunta del mayordomo.

—E-ehm… —Demian tosió levemente—. N-no me r-refería a n-nada así, K-Kirios-kun.

Kirios sonrió de lado, divertido de la carita nerviosa del tartamudo mayordomo, pero aclarando que Blume no tenía nada que ver. Demian ya sin tartamudear se llevó una mano a la barbilla. Ahora le preguntó si Trio o Dai-kun… ¡digo! Daisuke estaban implicados o quizás hasta su hermana Kailan. Kirios ahora cortando a la última e indefensa manzana negó otra vez. Ahora si el peli-negro no tenía ninguna idea de lo que tenía el Stellar.

—Entonces… ¿para quién es? —Preguntó Demian, ahora sin opciones.

—Pues… —Kirios intentó nuevamente calmar su rubor, desviando su mirada. Decidió finalmente responderle—. Es para…

¡Isauraaaaa~! ¡Isauraaaaaa~!

Acabando la oración del muchacho, se escuchó canturrear a alguien, que iba entrando a la cocina. Y ese alguien era un Juliano, ya vestido pero con ropas informales, (las que el prefería llamar "cómodas": un pantalón púrpura oscuro, junto a un camisón algo arrugado y blanco. Sus dorados y revoltosos cabellos dejaban en claro que acababa de despertarse; al igual que su ensanchada sonrisa dejaba en claro lo feliz que se encontraba canturreando una cancioncita improvisada, en donde se nombrada mucho el nombre de su amada. «Alguien está de muy buen humor hoy, al parecer» pensó Kirios, sonriendo de lado, empezando a volver puré los pedacitos de manzana y pera, aplastándolos con un martillo de madera, especiales para cocina.

¿Y cómo no iba a estar feliz?

Primero, días atrás finalmente había conseguido demostrarle a su amada Isaura su amor, de la forma definitiva, pasional y romántica. Segundo, al recordar la noticia que recibió del doctor el día de ayer, que había confirmado que la semillita del amor entre él y su querida esposa empezaba a dar frutos. Así es, su amada esperaba un bebe. Y esa era la razón de porque Kirios preparaba el puré para su ama Isaura, había escuchado decir que el comer puré de manzana y pera resultaba muy bueno para las mujeres embarazadas. A lo que el muchacho, por su indiscutible amor a los niños se dispuso a prepararle a su ama. Ah~ tanto Juliano como Kirios se emocionaron con la noticia, aunque el segundo disimuló mucho mejor su júbilo usando su expresión seria. 

Deseaban con ansias que pasaran los nueve meses, para finalmente tener a esa pequeña criaturita entre sus manos, abrazarla, darle besitos en la frente, jugar con ella y hacerle cosquillitas, para escuchar esa encantadora risa que solo los bebes sabían dar. Así finalmente todas las dudas que cruzaban la mente del futuro padre acerca de cómo saldría su descendencia serían respondidas: ¿Sería niño o niña? ¿Sería de piel blanquita o morenita? ¿Tendría los ojitos color caramelo de su madre, o púrpura-amatista de su padre? Juliano estaba tan metido en su "mundo feliz" y siendo rodeado por cristalitos brillantes, con una expresión de «Aaaah~ soy tan feliz~» en su rostro, que parecía no escuchar el primer saludo que su mayordomo y el joven criado le habían dado. Demian enarcó una ceja, acercándose a su amo y agitando levemente una mano frente al rostro de éste. Nada, el Rosenight seguía fantaseando en sus pensamientos.

El oji-negro se llevó una mano a la barbilla, pensando alarmado para sus adentros, en lo que sudaba la gota gorda—. «¡Oh, no! ¡El amo está en "Babyland" otra vez!»

Babyland* era el nombre que (en juego) los sirvientitos más pequeños de la casa le habían otorgado a ese estado, en que el cabeza de la familia Rosenight se adentraba en su imaginación y pensando cómo saldría su hijo o hija. Realmente sonaba chistoso, pero ya los sirvientes (incluido Demian) se habían acostumbrado a decirlo. Tenía que sacarlo de ese estado rápido, ya que Demian recordaba con terror que la última vez en que su amo había estado en "Babyland", había sido en una calle transitada y casi resultó arrollado por un carruaje; pero afortunadamente Dai-kun… ehm, Daisuke —que había acompañado al Rosenight y Demian en esa ocasión— logró salvar al despistado amo, apartándolo del camino del carruaje de un empujón.

En ese momento (casi como si hubiera sido invocado por su anterior mención en el recuerdo del mayordomo), el pequeño y recién despertado Daisuke entró a la cocina, vistiendo una (adorable) bata de dormir, de color gris oscuro. Venía con cara de pocos amigos, con sus ojos entrecerrados, una enorme vena palpitando a un costado de su cabeza y con sus cabellos castaños revueltos, al igual que unas ojeras negras debajo de sus ojos. ¿La razón? Pues se había despertado por los cantos de «¡Isauraaa, Isauraaaaa~!», que anteriormente Juliano estaba recitando (aparentemente sonámbulo) mientras recorría los pasillos de la mansión.

Al encontrar allí presente a su amo, se dispuso a reclamarle pero al notar la "cara de idiota" (según él) que éste tenía, suspiró de fastidio—. «¡Mierda! No de nuevo…» —pensó groseramente e irritado, llevándose una mano a la frente.

En lo que se acercaba a la mesa de madera, sujetando de ésta la última pera que quedaba —y que Kirios indignado miró como el pequeño se llevaba sin permiso— para luego girarse nuevamente hacia su amo. Cerró uno de sus ojitos miel, al parecer calculando algo y finalmente arrojó (sin delicadeza alguna) la verdosa fruta al rostro del Rosenight. Se pudo confirmar por el quejido y grito que Juliano había dado, que ya no estaba en Babyland. Demian y Kirios miraron con cara de «¿¡Qué demo…!?» como su amo caía de espalda al suelo, con su rostro lleno hasta el tope de pedacitos de pera hechos puré, (pero no uno comestible como el Stellar preparaba).

—Ahora estamos a mano… amo —refunfuñó el pequeño Daisuke, haciendo hincapié en el "amo", saliendo de la cocina ya no tan molesto como había entrado, en dirección a su habitación, dispuesto a aprovechar el silencio de su, al parecer, inconsciente amo.

—Ehm, gracias… Dai-ku… —el mayordomo se tragó la lengua y corrigió a tiempo—. ¡E-ejem! Daisuke —para únicamente recibir en respuesta un "gruñido" del pequeño.




............................................................................................................

Mientras tanto en la mansión Phantomhive, todo iba con normalidad. Bueno… una "normalidad" no muy diferente a la sucedida en la mansión Rosenight, para ser sinceros… Bard había provocado otra explosión en la cocina, por intentar calentar (usando su lanzallamas) el indefenso desayuno que residía en el mesón de la cocina. El cual Sebastián había dejado descuidado, por haber estado ocupado limpiando el desastre de burbujas que Maylene había provocado en la sala de lavado de ropa, al haber confundido (otra vez) la cantidad de 3 miligramos de jabón con 30 miligramos. Milagrosamente ese día Finnian no había provocado otro desastre en el jardín del que Sebastián tuviera que encargarse también, ya que había mejorado en sus habilidades de jardinero. El mayordomo tenía por sentado que la maid peli-borda no tendría ese tipo de confusiones si cambiara sus (ridículamente grandes) gafas, pero ésta siempre se negaba al tener un gran aprecio a dichas gafas, por ser un obsequio de su joven amo Ciel. Presentes en el salón de lavado, de paredes grisáceas, en el que rebosaban toallas dobladas, al igual que artículos de colgado de ropa y en la que se distinguía una blanca lavadora.

El lugar ya no estaba tan lleno de burbujas a comparación de minutos atrás, aunque aún faltaba una buena parte que limpiar de parte del mayordomo. Un Sebastián vestido sin su chaleco negro, sino solo con su camisa blanca (con las mangas enrolladas) y su pantalón negro; con leves señas de tener sus brazos y cabellos húmedos a causa de las burbujas. Al salir se encontró a la peli-bordo con la misma expresión de vergüenza, al siempre causar un desastre, teniendo que arreglarlo su superior. El mayordomo se limitó a suspirar, en lo que le tendía a la muchacha una de las toallas (ya secas) diciéndole que se secara. No iba a molestarse en darle otro de sus (aterradores) sermones, ya que por alguna razón, no quería que la expresión de arrepentimiento de Maylene aumentara… aunque ahora que lo pensaba, en esa ocasión ella estaba más triste de lo normal, ¿sería por haber tenido la misma confusión de hace tiempo atrás?

—… lo siento, Sebastián-san —fue lo que la muchacha dijo, sacando al demonio de sus interrogantes.

—Ya no importa, Maylene —fue lo que respondió Sebastián, sin darle mayor importancia a ello.

—¡Claro que importa! —Exclamó con cierto tono de negación Maylene, apretando levemente la toalla entre sus manos—. ¡Llevo más de dos años sirviendo en ésta mansión… y sigo siendo una completa inútil!

El mayordomo enarcó una ceja, pues ciertamente la muchacha seguía siendo tan torpe como cuando fue contratada en la servidumbre de la mansión… pero… algo que debía admitirse es que últimamente sus niveles de torpeza ya no eran tan altos. De hecho, ese incidente del jabón era el primero que Maylene había causado en un considerable período de tiempo. Pero… el único inconveniente que había provocado que Maylene tuviera esa confusión con el nivel de jabón… eran las benditas gafas redondas y con considerables grietas, las cuales Maylene no llevaba puestas en ese momento, sino colgadas de uno de los bolsillos de su vestido de maid, por lo que dejaba al descubierto sus ojos marrones y —hasta donde el mayordomo se permitía dar su opinión personal— hermosos.

—¿Debo recordarte que la razón por la que fuiste contratada aquí no fue precisamente por eso, Maylene? —Sebastián pensó que si le recordaba a ella sus cualidades y puntería como francotiradora, que a diferencia de su desempeño como Maid eran excelentes, (aun para una humana) la animaría.

—… sé que estoy aquí como defensora de Ciel-bocchan y su mansión… —asintió la muchacha, ya un poco más calmada pero aun visiblemente triste—. Pero…

—¡Pero nada! —concluyó el mayordomo, con cierto tono severo al estar algo irritado, de que la muchacha no aceptara éste accidente, como había hecho con los anteriores. 



Pero inmediatamente se detuvo, al no querer severo con ella, al menos no en ese momento—. Ya no importa. No deberías desanimarte por éste tipo de cosas.

La joven peli-bordo pareció extrañarse mucho, al no recibir uno de los aterradores sermones de su superior, por lo que centró su mirada café en la escarlata del peli-negro… en ese par de rubíes que la hechizaban cada vez que los miraba fijamente. Nuevamente caía bajo ese encanto, con un inevitable calor agolpándose en sus mejillas, a causa de un pequeño rubor (que la mujer prefería mil veces que un sangrado nasal, ya que la hacía sentirse como una bastarda pervertida). Curiosamente en esa ocasión, Maylene casi pudo sentir que los ojos rojos de Sebastián la miraban con… ¿dulzura? ¡No! ¡No podía ser eso! ¿Sebastián Michaelis? ¿Mirarla con dulzura?«¿¡En qué diablos piensas, Maylene!?» se reprochaba mentalmente la muchacha. Sebastián por su parte suspiraba, al notar que la muchacha al parecer estaba en otra de sus "Disputas mentales", por lo que decidió seguir limpiando, dirigiéndose al cuarto de lavado.

—Solo… ve a cambiarte de uniforme, y continúa con tus quehaceres. Yo me encargaré de limpiar el resto, ¿de acuerdo? —Antes de volver a entrar al cuarto se giró a mirarla, añadiendo—. Y Maylene… —la chica dio un leve respingo, saliendo de sus pensamientos y preguntando temblorosamente un «¿S-sí?». El peli-negro le sonrió, con sincera amabilidad, antes de retirarse y dijo—. Sigue esforzándote~

Maylene inevitablemente volvió a sonrojarse, tanto por la sonrisa como la dulzura en el tono de voz del mayordomo, limitándose a decir un tembloroso «¡L-lo haré, Sebastián-san!», a la vez en que el nombrado cerraba la puerta del cuarto de lavado. La muchacha suspiró levemente, en lo que se levantaba y (aun con la toalla en su cabeza) se dirigía a su habitación, para cambiarse. No tardó mucho en llegar a su cuarto, el cual (al ser la única mujer de la servidumbre de allí) no compartía con nadie. Era de contextura cuadrada, acogedor y de paredes blancas. Allí yacía un armario de madera café oscura, un cajón marrón-beige, una cama de sábanas claras, al lado de un espejo de cuerpo completo y de una pequeña chimenea sobre la que reposaba una pequeña foto. Todo estaba cerca de la única y gran ventana, en la que se apreciaba el cielo, azulado y despejado en el exterior. Ya dentro de su habitación y con la puerta cerrada —olvidándose de ponerle el seguro— la maid se acercó a su armario, al abrirlo sacó un vestido de mucama de repuesto (y exactamente igual al que llevaba puesto).

—… uff… —suspiró la oji-café, deteniéndose a medio camino de quitarse el vestido, por lo que dejaba al descubierto sus hombros—. Sebastián-san… a veces ni sé que pasa por su mente… y yo… ¿por qué no puedo dejar de ser tan torpe?

En lo que decía eso, miraba el reflejo suyo en el espejo, casi como si quisiera que contestara a sus dudas. Pero por supuesto que no recibió respuesta, solo la misma mirada de duda y tristeza que ella misma tenía. Volvió a suspirar, mejor ya dejaba de pensar en eso, hasta el mayordomo de ojos carmesíes le había dicho eso. Aunque… debía admitir que se sintió muy feliz cuando Sebastián le sonrió de esa forma antes. Ésta fue la segunda vez en el día en que un leve rubor inundaba las mejillas de Maylene, al recordar lo bien (¿qué bien? ¡Mejor dicho Sexy~!) que se veía el peli-negro con su cabello levemente húmedo… aunque se había retirado nomás su chaleco negro de mayordomo, como hubiera deseado que se quitara el resto de su camisa y… ¡Grrrrr~! 

Pero al cerciorarse tanto en las barbaridades (normales en toda mujer que conociera al mayordomo) que pensaba, como de que un hilillo de sangre escurría de su nariz, la maid cómicamente agitó sus brazos de arriba hacia abajo, gritándole a su propio reflejo, con su rubor aumentando de sobremanera.

—¡Kyaaaaa! ¿¡Pero qué clase de sirvienta tan lasciva y malpensada soooooooy!?

Vaya… puede que Maylene pensara que era una pervertida de primera, al tener ese tipo de pensamientos sobre su (cofcof "hermoso" cofcof) superior. Pero… de lo que no estaba cerciorada… era que en ocasiones el mayordomo se ponía a pensar sobre la hermosura de sus ojos cafés, al igual que… sobre su propia hermosura como mujer (no de una forma tan atrevida como la maid, pero si como cualquier hombre, o en éste caso, demonio)… algo que sin duda la hubiera sonrojado a tal punto del desmayo, si es que llegara a enterarse.



............................................................................................................

La puerta del cuarto de baño se abrió nuevamente, saliendo del interior de ésta el mayordomo peli-negro. Suspiró cansado, pero satisfecho; ya había acabado de limpiar por completo el mar de burbujas que la sirvienta había ocasionado anteriormente. Le había costado un poco más que la última vez, y aunque no fue algo sumamente complicado, hasta un demonio llegaba a cansarse de trabajo en exceso. En lo que usaba una de las toallas blancas para secar sus húmedos cabellos azabaches, a la mente del demonio regresó el recuerdo de la misteriosa presencia encapuchada, que vio días antes en la boda de Juliano-sama e Isaura-sama. Aunque no había podido apreciar bien su apariencia, a causa de la distancia, Sebastián estaba seguro de que el aura de dicha presencia le resultaba sumamente familiar y… también había algo que no le gustaba. El oji-rojo fue sacado de sus pensamientos, al escuchar una voz gruesa y masculina toser no muy lejos. Ya con su chaleco negro nuevamente puesto, se dirigió a la cocina y allí volvió a suspirar. No era necesaria una gran descripción de la apariencia de la cocina, tanto paredes, techo, como suelo estaban cubiertas por completo de hollín negro, junto a pólvora. Y en el medio del lugar, con un peinado "afro" y cubierto del mismo negruzco polvo, se encontraba el causante de dicho desastre: el chef Baldroy, o Bard para abreviar.

Y lo peor de todo el asunto, totalmente quemado y echado a perder, se encontraba el pobre desayuno que Sebastián había preparado, el cual constaba de un par de óvalos tostados que "fueron" un par de huevos, junto a unas tiras hecha cenizas que "fueron" unas tiras de tocino y unas… cosas quemadas que posiblemente "fueron" unos bizcochos. El mayordomo llevándose una mano al rostro, en lo que decía un severo (pero cansado) «Bard…» no tuvo que sermonear al chef, ya que éste dijo un «Ya sé, ya sé. Me pondré a limpiar» de mala gana, aunque disponiéndose a buscar una escoba en medio de todo el desastre. El mayordomo por su parte se dirigió a la bodega de alimentos, de la habitación contigua a la cocina, a buscar lo necesario para preparar otro desayuno; el cual preparó en menos de diez minutos.

Minutos después y ya despierto, el joven amo de la mansión (el cual ahora por ser demonio oponía más resistencia al momento de levantarse, pero siempre perdiendo) en la sala de paredes de colores cremas y relajados, en la que lo más relevante era el extenso comedor de madera fina, comía tranquilamente su desayuno, que constaba de un sencillo pero delicioso omelet de queso, junto a un vaso de naranja. Una vez acabó de comer, se escuchó el conocido sonido de la aldaba** haciendo contacto con la puerta, dio a conocer que había alguien afuera en la entrada principal. Ciel y Sebastián se miraron extrañados, ya que ese día no esperaban a ningún invitado o tenían un negocio importante. En el salón principal de paredes café claro y varias alfombras rojizas, cuadros y mesitas, estaba (una ya arreglada y repuesta de desangre nasal) Maylene, la cual se dirigía a abrir el portón. Al hacerlo, notó extrañada que no había nadie al frente, pero una vocecita aguda diciendo «¡Buongiorno, signorina~!»*** la hizo bajar la mirada, encontrándose con un muchacho peli-gris, oji-café y con lentes, que vestía ropajes negri-azules. Por el saludo que le hizo, pudo deducir que el pequeño tenía un acento italiano.

—Awwwww, buenos días, pequeño~ —sonrió Maylene, en lo que se agachaba un poco para estar más a la altura del muchachito, que le parecía sumamente adorable—. ¿Acaso estás perdido?

—¡No, no! ¡Para nada, signorina! —negaba el muchachito rápidamente, aun con acento italiano, agitando sus manos y con una gotita de sudor resbalando por su nuca, preguntando—. Por favor, dígame una cosa, ¿se encuentra el padrone**** Phantomhive en casa?

—¿Eh? ¿El padrone? —Aunque no fuera experta en idiomas, si Maylene no se equivocaba el pequeño se refería a su joven amo en esa pregunta.

En eso una voz masculina diciendo «¡Demetrio! ¿Encontraste la entrada? ¿Dónde estás?», se escuchó acercarse. Al parecer fue reconocida por el muchacho, al que pertenecía dicho nombre, ya que éste se giró sonriente y agitando uno de sus brazos, decía «¡Ah, signore*(4) Demian! ¡La entrada de la mansión es por aquí!». Maylene curiosa alzó su mirada y se quedó de piedra, por la impresión que le causó el segundo visitante que se acercaba y que al parecer conocía al pequeño. Era muy parecido a… ¿Sebastián? Solo que se diferenciaba por ir vestido con un traje blanco y por tener los ojos de un negro plomo. En una de sus manos llevaba un pequeño sobre blanco y en la otra sujetaba la correa verdosa de un gran danés de pelaje marrón, de ojos verdes al igual que unas curiosas manchas en su lomo. Demian se acercaba un poco (¿qué un poco? ¡Demasiado!) Cansado, él y Demetrio, habían recibido un encargo de su amo para enviarle una invitación al conde Phantomhive, pero… al despistado (a causa de su futuro bebe) Rosenight se le olvidó darles siquiera la dirección de la mansión. Por lo que mayordomo y sirvientito habían tenido que preguntar en el pueblo. Una vez recibieron la dirección, se dirigieron allí en el carruaje. Pero lo otro que paso es que al llegar, Duke (quien igual los acompañó) al salir del carruaje salió corriendo a perseguir una ardillita, siendo perseguido a su vez por Demian y el pequeño Trio. Cuando lograron encontrar al gran danés, (al igual que salvado a la ardilla) el mayordomo y el muchacho decidieron separarse, para buscar la entrada de la mansión nuevamente, (ya que se habían extraviado en los jardines de ésta, al ser la primera vez que ambos visitaban la mansión).

—Uff, al fin… encontramos… la entrada —decía entre balbuceos de cansancio el mayordomo blanco, en lo que se acercaba a la entrada. Al ver a Maylene, (inocentemente sin cerciorarse de lo boquiabierta que lo miraba), le sonrió amablemente—. Buenos días, señorita. ¿Se encuentra el conde Phantomhive en casa~?

«¿¡Pero qué clase de brujería es ésta!? ¿¡Tan gastadas están mis gafas!?» —Gritaba mentalmente la joven maid, mientras balbuceaba cosas ininteligibles haciendo gestos hacia adentro de la mansión y hacia afuera, sin poder apartar su mirada del "Sebastián blanco".

Demian enarcó una ceja, en lo que Demetrio, Duke y él se mandaban miradas confusas mutuamente. Fue entonces cuando se escuchó la voz de Sebastián, exclamar:«¡Maylene! ¿Qué haces allí parada? ¿Quién tocó a la puerta?». 

Inmediatamente la confusa maid se giró, a ver al mayordomo de negro acercarse, junto al pequeño conde (que parecía curioso por saber quién visitaba tan temprano la mansión), en lo que le preguntaba en voz alta: «¡S-S-Sebastián-san! ¿¡C-c-cómo puedes estar aquí dentro, si estás allí afuera!?». El Michaelis oji-rojo enarcó una ceja, pero al notar a su gemelo menor asomarse por la izquierda de la mucama, (con cierta expresión de curiosidad por ver el interior de la sala principal) se sorprendió bastante, al igual que Ciel.

—¿Demian? —Preguntaron amo y mayordomo a la vez.

—Onii-san, Ciel-sama~ —Saludó el Michaelis menor, agitando levemente una mano.

Padrone Phantomhive, Signore Sebastián~ —saludó el pequeño Demetrio, ya que aunque era la primera vez que visitaba la mansión Phantomhive, sí conocía al dueño de ésta y a su mayordomo, ya que ellos ocasionalmente visitaban la mansión Rosenight.

Minutos después, ya adentro de la sala de estar de paredes de colores suaves, suelo de color café y adornado por una fina alfombra de color oscuro. Ciel y Sebastián charlaba con Demian sobre el motivo de su visita, mientras que Demetrio, ayudado por Maylene, se encargaban de vigilar que Dukecito no se emocionara de más y correteara por la mansión.

—Bueno, Demian… —comenzó a hablar el joven demonio, uniendo sus manos y a su vez reposando su barbilla sobre éstas, en lo que le señalaba al mayordomo blanco otro sillón—. Puedes tomar asiento.

El Michaelis menor miró con inocencia el sillón, luego al conde, al sillón una vez más, nuevamente al conde y le sonrió amablemente, diciendo «Con todo respeto, Ciel-sama… pero solo soy un sirviente, no podría y le agradezco que me trate como igual~». El único ojo visible del muchacho pestañeó una vez, aunque pareció levemente sorprendido de que aunque el demonio frente a él estuviera agotado, al igual que con su salud algo delicada, se negara a sentarse, por sus cuestiones éticas de mayordomo. Por lo que asintió, y volvió a hablar.

—Como digas, Demian. En fin, ¿cuál es el motivo de la visita de ustedes?

—Pues… —Demian suspiró, con cierta sonrisa tímida, en lo que sacaba de un bolsillo de su chaleco un sobre de papel blanco, en cuyo centro se apreciaba un sello de tinta, de color morado, con el símbolo de una rosa resaltando en el medio.

Ciel enarcó levemente sus cejas, mirando con algo de interés el sobre, preguntando serio—. ¿Qué es eso?

—Pues a ese pequeño artículo blanco se le conoce en estos tiempos como «Carta», Bocchan —respondió el mayordomo negro, con cierto toque de sarcasmo en su voz.

Ciel miró por el rodillo de su único ojo visible al oji-rojo de forma fulminante, con una pequeña vena palpitando en su mejilla derecha, como diciéndole sin palabras «¡Ya sé que es una carta, idiota! ¡Yo me refería a lo que había en su interior!». Gesto que el mayordomo solo respondió con otra de sus medias-sonrisas burlonas. Oh sí~ aunque su joven amo fuera un demonio ahora, Sebastián nunca se aburriría de burlarse de él.  Demian sudó la gota gorda, por notar las chispas que surgían en las miradas de su hermano y él amo de éste, al verse fija y amenazadoramente; por lo que el Michaelis más joven —por sus pacíficos principios— decidió evitar una innecesaria discusión, intentando llamar la atención de sus interlocutores volviendo a tomar la palabra.

—Etoooo, pues… —comenzó a hablar Demian, logrando que el par de presentes lo miraran—. Es una invitación a una fiesta en la mansión Rosenight, Ciel-sama~

—¿Una… fiesta? —Repitió a modo de pregunta el oji-azul, no con mucho ánimo.

—E-etoooo… s-sí, una fiesta… una mascarada para ser más exactos —Demian empezó a ponerse nervioso, al notar que Ciel no parecía demasiado entusiasmado por la idea—. C-Ciel-sama… ¿no está de humor para… asistir?

Ciel al notar el extraño temor en la pregunta del gemelo de su mayordomo, sintió un poco de pena por él, aun sin saber exactamente la razón de que estuviera tan nervioso. Desde luego que Demian había acertado, por lo que Ciel negó levemente. Si cuando era humano el asistir a eventos llenos de gente le fastidiaba, ahora al ser demonio lo incomodaba mucho más. Demian al cerciorarse que el pequeño conde no estaba muy feliz con la idea, sintió un leve escalofrío recorrer su espalda, al igual que sus pupilas negras se achicaban de pavor, ya que antes de venir su amo había dejado TO-TAL-MEN-TE claro que debía encargarse que, tanto Ciel como Sebastián asistieran a la fiesta que se iba a realizar. El Michaelis de ojos-rojos no pasó por alto el leve temblor que invadía el cuerpo de su pequeño gemelo, por lo que supuso que cierto Rosenight rubio y de ojos amatistas (alias Juliano) estaba implicado. Sebastián se aproximó hacia Demian, posando una mano sobre un hombro de éste —sacando a su vez a éste de sus pensamientos de cómo lo castigaría su amo, si no cumplía su cometido— y pidiéndole que por favor esperara unos minutos afuera, añadiendo en un susurro que no se preocupara de nada, ya que él se encargaría de que el pequeño Phantomhive asistiera a dicha mascarada. Una vez el más pequeño de los Michaelis salió al pasillo de la mansión, decidiendo ir a buscar al sirvientito y al gran danés que lo acompañaban, el gemelo mayor cerró la puerta tras de sí.

Sebastián respiró hondo con sus ojos cerrados, los cuales luego abrió con cierta expresión seria, ligada a algo de determinación. Para acto seguido darse media vuelta y encarar, ahora con una sonrisa maliciosa, a su pequeño amo. Pudo notar la peligrosa y amenazante aura que rodeaba al jovencito, el cual tenía sus manos juntas en un puño y tapando su boca, con sus codos posados sobre el escritorio de caoba. Su único ojo visible estaba entrecerrado, con el inconfundible brillo color rojo claro, al igual que la reptilesca pupila que solo poseían los demonios. No era necesario que dijera nada, el mayordomo ya tenía claro que su joven amo mostraba físicamente sus pensamientos, en solo 3 palabras:

«NO… QUIERO… IR»

—Bocchan, Bochan, Bocchan… —decía en tono de decepción el mayor de los demonios, en lo que cerraba sus ojos y negaba, llevándose una de sus manos a su frente. De verdad que el demonito podía ser malcriado cuando no quería o le disgustaba algo. Nuevamente abrió sus ojos, ahora con el mismo brillo demoníaco, con tono hasta cierto punto serio, ligado a diversión por la inminente "discusión" que se avecinaría, dijo—. Tenemos que hablar…

............................................................................................................

Mientras que Sebastián se encargaba de la épica tarea de convencer al (terco) del joven Phantomhive de asistir a la mascarada, en la sala principal de la mansión se llevaba a cabo un igual de duro enfrentamiento. Maylene, Finnian y el pequeño Demetrio miraban expectantes a Bard, uno de los implicados en el "combate". El rostro de Bard se retorcía por una gran mueca en sus labios, casi como si estuviera haciendo un gran esfuerzo o estuviera muy enojado. Daba la impresión de ser una mezcla de ambas cosas. Sus dientes sujetaban firmemente su cigarrillo, en lo que sus ojos azules miraban con absoluta furia al par de gemas verde limón, que pertenecían al causante de todos sus males en ese momento.

—¡Vamos…! ¡Maldita sea! —Gritaba furibundo el rubio chef de la mansión, en lo que extendía uno de sus brazos ¡Hazlo de una vez, joder!

—¡Bard-san! —Exclamaban en tono de regaño la maid y el joven jardinero, en lo que cubrían cada uno los oídos del pequeño sirviente Rosenight, con sus manos—. ¡No uses ese lenguaje enfrente del pequeño!

—¡Pero es que "Él" no quiere cooperar en nada! —Gritaba en su defensa Bard, con varias venas palpitando en su rostro, viéndose cómicamente molesto; en lo que señalaba acusadoramente al causante de todos sus males. Un gran danés peli-café y de manchas verdosas, igual que sus ojos, alias: Duke. El chef se volvió a girar hacia el perro, mirándolo furioso—. Lo repetiré una última vez… Tú… yo… la pata… ¡ahora!

Pero el curioso y exótico ejemplar de gran danés únicamente miró al hombre, luego la mano que éste le tendía, al hombre, la mano, al hombre y nuevamente la mano… para finalmente dejar como en los anteriores 17 intentos (sí, como leyeron: 17 intentos) una cariñosa lamidita en la palma de la mano. Un silencio sepulcral inundó la cocina, Maylene, Finnian y Demetrio miraron nerviosos al rubio ex-militar; el cual a su vez miraba fija e inexpresivamente al can frente suyo, el cual agitaba leve y serenamente su colita.

—¡Jodeeeer! —Gritó fuertemente el desesperado chef, en lo que se llevaba sus manos a su cabello y lo agitaba desesperado.

Para explicar y aclarar la situación, Maylene y Finnian se habían emocionado mucho al ver al perro, comenzando a acariciarlo y darle cariñitos. Le habían preguntado a Demetrio si Dukecito conocía algún truco, a lo que éste respondió que sí, entre ellos «Sentado», «Acostado», «Hacerse el muerto», «Rodar», «Dar la patita», etc. Cuando entró Bard a la sala y vio al perro, al escuchar que el muchacho mencionaba los trucos, se interesó en probar uno de dichos trucos, y ya sabrán cuál… ¡Exactamente! El truco de «La patita». Aunque como verán, al pobre Bard no le estaba yendo muy bien… ya llevaba 17 intentos con el mismo truco, pero el perro parecía no entender al furibundo chef. Y así acabamos en ésta situación…

—¿¡Qué tanto te cuesta dar la pata!? —Le preguntó molesto al perro, mientras se cruzaba de brazos. Por respuesta recibió un ladrido grueso pero sereno del gran danés, a lo que indignado Bard se señaló, añadiendo con los dientes chirreando, por los apretados que los tenía—. ¿¡Te atreves a contestarme, perro insolente!?

El jardinero, la maid y el sirvientito Rosenight sudaron cada uno la gota gorda, mientras miraban la discusión entre el chef rubio y el gran can. Perro repentinamente Duke giró su cabeza, alzando sus dos orejas, como si estuviera alarmado. Demetrio se empezó a preocupar también, al mirar que el perro (ignorando olímpicamente los reclamos de Bard) salió corriendo en dirección a uno de los pasillos que estaban conectados con la sala, en lo que recibía otro grito del chef de «¡¿Y encima ahora me ignoras, perro insolente?!». A medida que recorría los pasillos a paso veloz, Duke inspeccionaba con sus ojos verde limón todos los lados, hasta que se detuvo en seco. En frente del can se hallaba la causa de su preocupación.

Demian cabizbajo, con una mano sujetando fuertemente su pecho, teniendo que recostarse de lado en una de las paredes del pasillo, para evitar caerse. Duke soltó varios ladridos alarmados, casi como si le dijera al mayordomo que resistiera y que iría a buscar ayuda, para luego salir corriendo por donde vino, a buscar a alguno de los sirvientes de la mansión o al mismo "reflejo" de Demian —como él le había puesto a Sebastián— para ayudar. En el rostro del mayordomo blanco se apreciaba una expresión de mucho dolor, con sus ojos levemente cerrados y su respiración estaba muy débil, quizás por intentar aguantar el dolor. No tardó mucho en comenzar a toser fuertemente, cubriendo su boca con una de sus manos enguantadas.

«¿Por… qué? ¿Por qué tenía que… suceder justo ahora?» —Pensaba el pobre mayordomo, mientras intentaba recuperarse y apoyarse en el suelo sin sujetarse de la pared, pero eso solo provocó que estuviera a punto de caer en el suelo.

Cerró sus ojos instintivamente, esperando sentir el impacto de la caída… pero para su sorpresa en vez de eso, sintió que un par de manos sujetaban sus hombros, evitando así su desplome. Extrañado, el mayordomo blanco —aun sintiendo el dolor en su pecho, aunque intentando ignorarlo— alzó su mirada negruzca, encontrándose con un par de rubíes rojizos, que lo observaban con suma preocupación, pertenecientes a su hermano mayor. Sebastián temía que esto fuera a suceder, Demian ese día (a juzgar por lo cansado que estaba al llegar a la mansión) había estado esforzándose más de la cuenta, era inevitable que le diera uno de sus "ataques"… como odiaba el mayor de los Michaelis "ese día" en que su hermano menor contrajo "esa enfermedad"…

Los dos hermanos no decían ninguna palabra, solo se miraban fijamente. Demian tratando de ignorar el dolor y esforzándose en no preocupar más a su hermano mayor; mientras que Sebastián miraba en una mezcla de preocupación y algo de severidad a su hermanito. Demian era muy consciente de su estado de salud, pero en ocasiones se le olvidaba que no debía sobre-esforzarse… para disgusto de Demian, tanto Ciel como los demás sirvientes llegaron, ya que no quería preocupar a más nadie… pero lo que le causó un dolor aun más grande en su interior, no por su "enfermedad" ésta vez, fue el rostro semi-lloroso y sumamente angustiado del pequeño Demetrio. De todos los sirvientes más pequeños en la mansión Rosenight, el jovencito italiano era el que más cariño le tenía al mayordomo blanco… ya que fue éste el que prácticamente le salvó la vida. En un viaje de negocios que el conde Rosenight había hecho a Italia unos años antes, junto a su dedicado mayordomo… habían descubierto un orfanato viejo y abandonado… pero que a la vez era usado como algo tan… horrible, que Demian prefería no recordarlo…

El Michaelis menor intentó sonreír levemente, como diciendo que no pasaba nada, pero para aun más preocupación del Michaelis mayor, al igual que desconcierto del joven Phantomhive y los sirvientes, su tos se agravó y hasta se pudo apreciar que… tosía algo como…

—¡Sa… sangre! —Chilló Maylene, llevándose las manos a la boca.

Efectivamente, el líquido que Demian tosía era sangre… pero… para desconcierto —y cierta curiosidad— del pequeño conde Phantomhive… esa sangre era normal. Sebastián le indicó a Bard que lo ayudara a sujetar el otro hombro de Demian, a medida que éste lo hacía, Ciel se acercaba al pequeño charco de sangre enfrente de ellos, arrodillándose y metiendo unos de sus dedos en él, para luego acercarlo un poco a su único ojo visible. Al inspeccionarlo mejor, comprobó sus sospechas… pudo notar que el color de dicha sangre difería del usual rojo oscuro… ésta sangre era…

«¿Sangre negra…?» —pensó el pequeño demonio, en lo que se re-incorporaba, aun mirando la sangre de oscura e inusual tonalidad.

Al notar que Sebastián y Bard ya se habían llevado a Demian hacía la habitación del primero, (ya que el mayordomo negro poseía allí algunos instrumentos para atender "apropiadamente" a su hermano), Ciel intentó averiguar un poco más sobre la extraña enfermedad del mayordomo blanco. Se acercó al pequeño Demetrio, al cual intentaban consolar Maylene y Finnian diciendo que si Sebastián iba a ayudarlo, así sería y que no se preocupara.

—Demetrio… —al escuchar al joven conde llamarlo, el muchacho se giró, con expresión de extrañeza—. Disculpa mi incumbencia, pero… ¿podrías explicarme qué le sucede a Demian?

La expresión de extrañeza en Demetrio fue reemplazada por una de tristeza. En lo que acariciaba la cabeza de un Duke, en cuyos ojos verdes igual se apreciaba cierta preocupación. Maylene y Finnian estaban igual de interesados, en saber la causa de la enfermedad que atormentaba al hermano de su estimado superior, por lo que se acercaron un poco más. Demetrio empezó su relato, diciendo

—Sangre negra… así es como el amo Juliano y los demás la llamamos… —refiriéndose a la enfermedad, hablaba con mucha tristeza a causa del inmenso cariño que le tenía al mayordomo. Arregló un poco sus gafas y continuó hablando—. No sé mucho sobre los demonios en si, pero de lo que Juliano-sama me ha contado… es que a diferencia de otros demonios, cuya sangre es roja… Demian-san tiene en su interior…

—… Sangre negra —acabó la oración Ciel, nuevamente mirando la sangre en sus dedos. No sabía muy bien por qué, pero cada vez que se pronunciaba dicho término, Ciel sentía un leve escalofrío.

Demetrio asintió—. Por lo que tengo entendido… Demian-san sufrió una grave herida hace muchos años… la cual causó que la sangre negra invadiera su organismo… eso es todo lo que el amo Juliano y Demian-san me han dicho…

—Oh, vaya… —Maylene lucía realmente triste, aunque acabara de conocer al gemelo de Sebastián, se notaba que era buena gente, (irónico en un demonio, lo sé).

—¡Pobre Demian-san! —Lloriqueaba Finny, totalmente impotente y triste por el oji-negro.

Ciel por su parte se llevó una mano al mentón, aun mirando su otra mano, manchada del líquido oscuro. ¿Qué sería en sí la Sangre negra? ¿Cuáles serían sus causas? Y más importante… ¿cuáles serían sus consecuencias?

............................................................................................................

—Es una maldición… —dijo Sebastián con tono serio y hasta sombrío, explicándole a un curioso Bard que había hecho la misma pregunta que su joven amo.

En lo que ambos ayudaban a Demian a sentarse en la cama de blancas sábanas y ambarinos soportes, ya dentro de la habitación del mayordomo de Phantomhive. En la pared que daba hacía la cabecera de la cama, se encontraba una pequeña ventana, por la cual entraba poca pero suficiente luz para mantener todo iluminado, (a juzgar por las nubes grisáceas que por afuera de la ventana se apreciaban, llovería pronto). Bard miraba con cierto disimulo el lugar —ya que era la segunda vez que lograba entrar a la habitación de su superior— de tamaño espacioso y contextura cuadrada. Las paredes eran de un relajado blanco, de suelo azulado. A la izquierda, mirando frente a la cama había una mesita de noche y a un lado había un armario, ambos de color café. En medio de éstos dos se encontraba un pequeño y redondeado espejo, colgado de la pared. También había una pequeña chimenea unos metros a la derecha de la cama. Y finalmente, a la derecha de la cama, se hallaba una mesita con algunos libros en ella, al igual que un pequeño frasco de tinta negro y una pequeña jarra blanca; junto a una silla. Tanto mesa como silla eran de madera de claro color beige.

—O-onii-san, no debes decirlo como si fuera algo tan… sombrío, como una maldición… —argumentaba un levemente tímido Demian, ya que su hermano había empezado a abrirle su chaleco blanco, junto a su camisa, dejando descubierto su torso (y cabe decir que Demian estaba algo sonrojado por ello).

—¿Y por qué no hacerlo? Si esto es algo que atormenta a mi propio hermano, de no ser por las "atenciones médicas" que te da Kailan, estarías muerto ahora mismo… por lo que solo puedo verlo como una maldición… —dijo firmemente Sebastián, en lo que sacaba debajo de la cama una pequeña maleta beige.

—Menudo problema, Sebastián… ¿y no hay alguna cura que Demian pueda recibir? —Preguntó con sincero interés Bard, cruzado de brazos, al igual que interrogándose en su mente quién sería esa tal Kailan, pero decidió no preguntar ya que no era un momento para hacer más preguntas de las necesarias.

Al ver que ambos gemelos unísonamente negaban con sus cabezas, Bard frunció levemente el ceño. Como odiaba el ex-militar momentos así, por más experimentado que sea en las armas, al igual que en excelentes estrategias defensivas… el que no pudiera hacer nada para ayudar o sugerir alguna cura para esa "maldición", como le decía su superior. El pensativo oji-azul fue sacado de sus pensamientos, al escuchar la voz del mayordomo negro.

—Bard, ¿podrías traer un poco de agua? —Pidió el oji-rojo en lo que le tendía la jarrita blanca, que al parecer ya estaba vacía.

Bard asintió, ya que si Sebastián pedía algo tan simple, seguramente sería útil para atender a Demian. Antes de retirarse, miró unos segundos al menor de los peli-negros, con cierta lástima (ya que éste seguía respirando un poco débil) pudiendo apreciar que pegada en el pecho de éste, justo en la zona del corazón… había una gaza con una no muy grande (pero tampoco pequeña) mancha, de la nombrada sangre negra impregnada en ella. Demian notó eso y con timidez se la cubrió con una mano, para luego sonreírle de la misma forma al chef, como agradeciéndole su preocupación. Bard asintió levemente y acto seguido salió de la habitación… dejando a ambos hermanos gemelos solos. Sebastián aprovechando la ausencia del chef, notó que Demian conservaba su mano posada en su corazón, al igual que se miraba dicha zona como intentando calmar el dolor. Puede que un demonio como Sebastián pudiera llegar a ser frío, siniestro, malvado, cínico y muchas de esas cosas… pero aunque la gente lo dudara, también podía llegar a sentir empatía por otros (aunque no lo demostrara mucho) sobre todo si era su hermano menor… había estado con el prácticamente desde que nacieron. Y por más que le gustara "jugar rudo" con él, nunca se excedía por conocer bien lo delicado que era su hermano.

—Demian… ¿hace cuánto que te duele?

—… —el menor de los gemelos se mostraba algo reacio a responder, cuando luego de unos minutos de silencio, dijo—. Desde que llegué a la mansión… pero como era un dolor leve, pensé que se esfumaría…

—Pero estás consciente de que por más leve que sea el dolor en tu corazón, no debes ignorarlo, ¿cierto? —Sebastián hablaba de igual forma en que miraba a su hermano: severa y seriamente. Pero luego suspiró y se arrodilló frente a él en la cama—. Demian… sé que quieres ser un buen mayordomo… pero por más dedicado que seas, sabes que eso no te curará de la sangre negra…

—… lo sé… pero, yo… —Demian bajó su mirada con tristeza, como deseaba que hubiera alguna frase que pudiera decir luego del «Pero, yo», aunque no sabía qué decir exactamente.

Sebastián suspiró, en lo que abría la maleta que retiró debajo de su cama y sacaba de ésta otra pequeña gaza de repuesto. Con todo el cuidado posible, retiró poco a poco la vieja gaza del pecho del oji-negro, dejando al descubierto una pequeña cicatriz. Para sorpresa del oji-rojo, aunque dicha herida fuera vieja, tenía una pequeña abertura fresca y por la cual había brotado la sangre de oscuro color. Usando un pañuelito que sacó del mismo maletín y con el mismo cuidado, limpió el líquido restante y al asegurarse que ya no brotaba más, cubrió la zona con la nueva gaza. Pocos minutos después, volvió a entrar Bard con la jarra de agua. Tras agradecerle al chef y de sujetar la jarra con una de sus manos, con la otra retiró algo de la maleta… algo que no solo Demian miró con sumo asombro, sino igualmente Bard y cabe decir que a éste último casi se le cae el cigarrillo, por la expresión boquiabierta que tenía.

—O-onii-san… —con voz temblorosa y expresión incrédula, el oji-negro señaló a la cosa que su hermano había sacado de la maleta—. ¿E-esa es una…?

«¡Joder! ¿¡Qué mierda es eso!?» —Gritó en su mente Bard, por el asombro, (ya que si lo hacía en voz alta, Sebastián lo reprendería y feo), mirando fijamente la misma cosa—. ¿Qué es… esa cosa?

Para aclararle al público impaciente, que seguro ya se preguntara qué fue lo que Sebastián sacó de la maleta… se trataba de una flor. Una muy curiosa flor. Era apariencia herbácea, perenne y bulbosa. Las bases de las hojas secas que recubrían al bulbo eran negras. El perigonio estaba formado por 6 tépalos, unidos entre sí formando un tubo perigonio escamoso, de color rojo brillante. Los tépalos eran oblanceolados y algo encrespados. El androceo estaba formado por 6 estambres, insertados cerca de la garganta del tubo perigonial. Demian conocía muy bien esa flor… era de la especie Lycoris*(5) aunque para los gemelos Michaelis era mayormente conocida como… la «Flor del Infierno», (sí, lindo apodo, ¿verdad~?)

Sebastián encerró la rojiza flor dentro de su enguantada mano hecha puño, apretándola hasta volverla pedacitos, los cuales hecho dentro de un vasito. El cual Bard, por indicación del mayordomo, llenó de un poco de agua de la jarra. Finalmente, dicho vasito le fue tendido a un tímido Demian, el cual tras dudar unos instantes, bebió la "medicina casera" que su hermano preparó. Lo cierto era que tenía el típico y no muy agradable sabor, de cual medicina, pero a pesar de ello procuró no dejar nada. En lo que esperaba a que la "medicina" surtiera efecto, Sebastián se acercó a Bard y le susurró algo al oído —lo cual el inocente y curioso Demian no pudo escuchar— misteriosamente. Bard asintió, para acto seguido retirarse nuevamente de la habitación. La única respuesta que el Michaelis menor recibió de su hermano mayor, al preguntar inocentemente qué le había dicho al chef, fue: «Le pedí que hiciera una llamada~». Sebastián se sentó al lado de su hermano, en lo que acomodaba los artículos que había sacado de la maleta nuevamente en su lugar, luego de cerrarla se giró hacia Demian.

—¿Cómo te sientes ahora? —Preguntó el mayor de los gemelos.

Demian por su parte se llevó la mano a la zona del corazón de su pecho, respondiendo—. Creo que… ya me siento mejor, onii… ¿¡Saaaan…!?

Demian había gritado el último término honorífico, al igual que un leve rubor inundó su sorprendido rostro, ya que su hermano repentinamente había acercado su cabeza al aun expuesto pecho de él, justo en la zona del corazón… seguramente para intentar escuchar la fuerza de los latidos de éste. Sebastián tenía sus ojos cerrados, para concentrarse más en escuchar… cuando los abrió, una serena sonrisa apareció en su semblante, ya que los latidos de Demian ya no se escuchaban tan débiles como antes, ahora estaban estables. Una vez alejó su cabeza del pecho de su hermano, le indicó que ya no había nada que temer; cosa que tranquilizó igualmente a Demian, no solo por el hecho de haber contrarrestado su "ataque" en esa ocasión… ¡sino porque ya podría nuevamente arreglar su camisa y chaleco! ¡Que vergüenza sentía el pequeño Demian por estar con el pecho descubierto! ¡Él era un mayordomo-demonio respetable! ¡No un demonio-nudista, por amor de Dios!

Sebastián dibujó una sonrisa divertida en su semblante, por lo cómicamente adorable que se veía el sonrojado de su hermanito, en lo que velozmente se arreglaba sus ropajes superiores. Sin duda alguna eran muy parecidos físicamente, (salvo en su color de ojos, claro está). Sebastián podría definirse como alguien seguro de sí mismo y algo osado, aunque respetuoso a la vez. Demian aunque era igual de respetuoso, lo cierto era que su personalidad sumisa, tímida, levemente temerosa (sobre todo cuando su amo Juliano o su hermano Sebastián le hacían "maldades") lo hacía completamente distinto a su gemelo. Pero… a la vez lo hacían alguien totalmente adorable y que a pesar de su enfermedad, nunca dudaba en sonreír.

............................................................................................................

Bard se encontraba parado a las afueras de la entrada principal de la mansión Phantomhive, la cual era pobremente iluminada por los rayos del sol que se ocultaban detrás del horizonte, en el atardecer. Ya había hecho la llamada que Sebastián le había pedido que hiciera unas pocas horas antes, llamó a la mansión Rosenight, (cuyo número le fue proporcionado por un algo dudoso Demetrio) avisando del reciente ataque que el mayordomo de dicho lugar había sufrido. Dicha llamada había sido contestada por (un no muy feliz) Daisuke, al escuchar el motivo de la llamada Bard se había quedado incrédulo, ya que si no tuviera un buen oído militar, habría jurado escuchar exclamar al muchachito, (exactamente igual y sin exagerar nada): «¿¡Qué demo…!? ¡Maldición, no de nuevo! ¡Y eso que le dije que no se sobre-esforzara con cualquier mierda, joder! ¡Cuando ese idiota de Demian vuelva, lo voy a…!», pero luego que se había calmado, contado hasta diez, le pidió al chef la dirección de la mansión Phantomhive, ya que iría a buscar al (parecer condenado a muerte) Demian, a Demetrio y a Dukecito. Tan pronto como Bard le había proporcionado la información Daisuke se despidió diciendo un seco «¡Gracias!», para finalmente colgar de golpe, gesto que había extrañado al hombre de tal manera que se quedó mirando la bocina del teléfono por unos segundos, antes de alzarse de hombros y colocarla en su lugar.

—A ver… —hablaba Bard, con expresión seria y cruzado de brazos—. Como soy un hombre razonable…

—¿Sí? ¿Desde cuándo? —Preguntó con ironía un Ciel que iba saliendo por la puerta principal, acompañado del Sr. Tanaka (que sabrá Dios dónde había estado todo éste tiempo) en forma Chibi y con su inseparable tacita de té en sus manitas, haciendo coros de su usual «¡Jo, jo, jo!», como afirmando la pregunta del muchacho oji-azul.

—¡Bocchan, Tanaka, ustedes no se metan! —Exclamó el rubio, con una venita palpitando en su frente, pero luego volvió a su expresión seria de antes—. Como decía, como soy un hombre razonable… te daré una última oportunidad, antes de que te vayas… —Bard se descruzó de brazos, extendiendo uno de ellos al frente y un poco hacía abajo, añadiendo—. ¡La pata… ahora!

Aja, como leyeron. El ex-militar aun no aceptaba la derrota contra el gran danés sentado frente a él, estaba decidido a que éste le tendiera su patita aunque fuera una única vez, antes de que se regresara a su mansión, junto al hermano de Sebastián y al muchachito cuatro-ojos (de acento italiano). Pero al parecer Duke de verdad estaba vacilando al chef, ya que él era un can excelentemente entrenado y que podía tender la patita sin problema alguno… y si de verdad Duke se hacía el perrito confundido, realmente estaba funcionando su "plan" de irritar al hombre parado en frente suyo. 

Ciel se cruzó de brazos, suspirando y negando con su cabeza, mientras que el Sr. Tanaka le daba un sorbito a su té. Pobre Bard, siendo burlado por un perro de gran tamaño. Pocos minutos después, salieron Maylene, Finnian —éste cargando juguetonamente a Demetrio sobre sus hombros, ambos riendo tiernamente— y los gemelos Michaelis, charlando algo entre ellos. Ciel aunque no lo demostró sonriendo ni nada parecido, sintió cierto alivio de ver ya mejor a Demian; sea lo que sea lo que Sebastián haya hecho, había servido bien.

—Entonces… ¿lograste convencer a Ciel-sama de asistir, onii-san? —Preguntó en un susurro Demian al oído de su hermano mayor. Como deseaba que fuera así, ya que Juliano le haría algo "horrible" sino lograba que el pequeño conde-demonio fuera a la mascarada, que se celebraría en la mansión Rosenight dentro de unos días.

Sebastián sonrió de forma un poco misteriosa, acercándose igual a susurrarle al oído de su hermanito—. De eso puedes estar seguro, Demian. Mi Bocchan asistirá a la celebración, así que puedes estar tranquilo~

—Es la mejor noticia que he escuchado en todo el día~ —sonrió realmente alegre (y aliviado) el menor de los peli-negros. ¡Se había salvado de la ira de su amo Juliano!

Pero… un escalofrío recorrió la columna de Demian, al notar que un carruaje se acercaba velozmente hacia la entrada de la mansión, dejando una enorme nube de tierra y humo detrás de sí. No le aterraba la velocidad con la que iba dicho carruaje… sino al conductor de pequeña estatura, cabello castaño y expresión de los mil demonios que iba al frente del carruaje. "¡Trágame tierra!", "¡Mátenme ahora!", "¡Piedad!". Esas serían las tres mejores expresiones para describir el terror indescriptible que adornaba el rostro pálido del pobre mayordomo de blancos ropajes. Oh no… puede que se hubiera salvado de la ira de Juliano Rosenight… pero ahora… ¿¡cómo lograría apaciguar la indescriptible furia del pequeño Dai-ku… etoooo… Daisuke!? Demetrio lucía igual de preocupado que el Michaelis oji-negro, si estaba bien claro que Daisuke asesinaría a Demian esa tarde (por haberse esforzado de más)… tenía por sentado que posiblemente a él mismo lo asesinaría igual, por no haber cuidado mejor de Demian. Al abrazarse más al cuello de un confuso Finnian, la expresión que adornaba el rostro del pequeño peli-gris de lentes era… "¡Protégeme, Finnian!".

Con excelente experiencia y cálculos, Daisuke había tirado a tiempo de las riendas de los caballos del carruaje, logrando que éstos detuvieran su carrera, pocos metros antes de (seguramente chocar) contra la entrada de la mansión. Maylene, Finnian y Bard no habían podido evitar soltar unos gritos de terror, por pensar que el carruaje fuera a chocar contra ellos, cosa que milagrosamente no pasó. Ciel y Sebastián por sus partes, solo estaban con expresiones de sorpresa, el Sr. Tanaka solo soltaba otro de sus «¡Jo, jo, jo!», que sonaba con tono de asombro. Al ver al furibundo Daisuke bajarse del carruaje, Demian en un veloz movimiento se ocultó detrás de su hermano mayor, como un pequeño niño asustado de algo y pidiéndole protección a su padre.

—¡Ustedes…! —Exclamó Daisuke, con voz gruesa aunque sin dejar de poseer el tono algo agudo de un niño, en lo que con un brazo señalaba hacía Demian y Demetrio. Al ver el ceño fruncido, las innumerables venitas palpitantes y el aura maligna (más no demoníaca) que rodeaba al muchachito, los señalados en un intento por calmar la ira de éste, se señalaron inocentemente a sí mismos—. ¡Sí… ustedes, bastardos irresponsables! ¿¡Se puede saber por qué carajo no avisaron del ataque de Demian!?

Los demás presentes allí se asombraron de sobre manera por la intensidad con la que hablaba el muchachito. Casualmente a las mentes de Sebastián y Ciel llegó de golpe la imagen de la marquesa Middleford… horror… y un escalofrío recorrió los cuerpos de cada uno. «Eeeeeeeeh…» era lo decían el mayordomo y el sirvientito, alargando la frase, para finalmente mirar con temor al muchachito, pidiéndole con temblorosas voces: «N-no te enojes, … n-no volverá a pasar». Daisuke se cruzó de brazos, mirando en silencio a los dos unos segundos, para a la final soltar un pesado suspiro resignado, diciendo que se los dejaría pasar en esa ocasión y que se subieran al maldito carruaje de una maldita vez… (sí, ¿Daisuke no es un encanto de niño?). Demian y Demetrio asintieron velozmente, llevándose cada uno una mano a la frente y diciendo cómicamente «¡Señor, sí, señor!», antes de que Daisuke pudiera reclamarles ese gesto, el par de nerviosos varones ya habían subido al carruaje, (tirando de Dukecito) y cerrado la puerta velozmente, no sin antes despedirse de los habitantes de la mansión Phantomhive.

—Esos idiotas… —refunfuñó Daisuke, en lo que se giraba para subirse a su puesto frente al carruaje. Pero antes de hacerlo, se detuvo en seco y se giró, mirando a los habitantes de la mansión Phantomhive, (los cuales al notar dicho gesto, temblaron levemente, como si el niño los fuera a devorar o algo). Pero únicamente notaron un leve brillo en los ojos color miel del muchachito, el cual hizo una reverencia de cabeza, diciendo ya más calmado al parecer—. Gracias por cuidar de ellos y espero que pueda asistir a la mascarada, Ciel-sama.

—S-sí… así lo haré… «¿Acaso tengo elección?» —respondió (obviamente pensando lo último) el pequeño conde, sonriendo levemente.

Daisuke asintió, esbozando una pequeña pero suficiente perceptible sonrisa, despidiéndose con un gesto de cabeza en lo que volvía a su expresión seria, se montaba sobre el carruaje en el puesto de conductor y, con una no fuerte pero sí notable tira de las riendas, hacía que los caballos iniciaran su marcha hacia la salida de los territorios de la mansión Phantomhive. Sebastián luego con un golpe en sus palmas, les indicó a los demás sirvientes que ya volvieran a entrar a la mansión, cosa que éstos asintiendo hicieron y cabe decir que Bard algo enojado, ya que no había logrado conseguir que el perro de los Rosenight le diera la pata. Se giró sonriendo burlonamente hacia su joven señor, al notar la expresión de cansancio y leve fastidio de éste, en lo que Ciel se llevaba una mano a la frente. Menudo día más raro habían tenido… ¡y encima Sebastián lo había convencido de asistir a la mascarada que el loco de Juliano iba a realizar! Pero bueno… luego de que Demian sufriera ese episodio por la sangre negra, tan solo por encontrar la mansión Phantomhive y entregarle a Ciel su respectiva invitación, no podía negarse a ir.

—Sebastián… —habló el más pequeño de los demonios, con tono autoritario, en lo que entraba a la mansión—. Prepárame algo dulce… tantos problemas hoy me dieron hambre…

Sebastián se llevó una mano al pecho, sonriendo y diciendo—. Como ordene, Bocchan —para luego entrar detrás de su señor, cerrando la puerta principal tras de sí.

............................................................................................................

Ya habían pasado unos pocos días luego de ese episodio en la mansión Phantomhive, solo faltaba un día para la mascarada en la mansión Rosenight, la cual ya se encontraba adornada para la ocasión. Juliano le había pedido a Henrique que fuera a determinada dirección, por un encargo. El hombre proveniente de Venezuela ya se encontraba en la ciudad de Londres, específicamente parado frente a una gran casa, de paredes beiges y cafés, que poseía por nombre «The Strong Gemstone»*(6). Dicha empresa se especializaba en la incrustación y pulido de diamantes y otras piedras preciosas, originalmente estaba a cargo del fallecido Barón Barnett, luego estuvo a cargo de su igual difunta esposa y tía de Ciel, Angelina Durless, (más conocida como Madame Red, por haber tenido un indiscutible amor —ligado a odio— por el color rojo). El hombre de piel de color tocó la puerta del lugar, la cual no tardó en ser abierta por uno de los muchos sirvientes que allí residían, el cual al escuchar la razón de que Henrique estuviera allí, le pidió que pasara adentro y lo siguiera. En lo que caminaba por los pasillos de paredes y suelos de colores verdosos, el sirviente Rosenight trataba de recordar el nombre que su amo Juliano le había dicho, que pertenecía a la actual dueña de la compañía. Si su memoria no lo traicionaba… tras morir Madame Red… la empresa había quedado en manos de…

Fue sacado de sus pensamientos, ya que el sirviente que lo guiaba se detuvo frente a una puerta de madera fina y café, al parecer el estudio de la jefa de la compañía. Tras agradecerle al trivial sirviente, cuyo nombre no nos interesa mucho por ahora (¿?) Henrique tocó la puerta, tras recibir respuesta de una voz suave y femenina que le indicó que pasara, tomó la perilla y la giró, tras abrir la puerta y entrar a la habitación —cuyos paredes eran de un color azul rey, y el suelo de un color blanco, en la que predominaban estanterías con algunas muestras de pequeños fragmentos de diamantes, rubíes, esmeralda, e incluso del conocido "Oro de los tontos" (o Piritas). Henrique fue recibido por una muchacha de piel clara, cabello largo y castaño oscuro, de ojos marrones y tranquilos. Lucía realmente joven, como de unos 18 años cuando mucho. Su atuendo se apreciaba a simple vista conformado por una bata blanca de laboratorio, la cual al estar cerrada no dejaba apreciar bien lo que llevaba debajo, pero si se apreciaban sus pequeñas zapatillas negras.

—Buenos días, Rebecca-sama —saludó el hombre, con una leve reverencia de cabeza.

—Bienvenido, Henrique-san, ¿qué te trae por aquí? —Preguntó la chica, con una sonrisa leve, en lo que dejaba sobre una mesita al lado suyo una muestra de las anteriormente nombradas Piritas.

La única respuesta que obtuvo del (no digamos muy conversador) venezolano, fue recibir una pequeña carta de papel blanco, en cuyo centro se apreciaba el sello morado de una rosa, el sello de la familia Rosenight. La muchacha de nombre Rebecca la recibió extrañada, en lo que la abría y retiraba de su interior una pequeña tarjetita de papel, en la que se apreciaba la letra de Juliano.

«¡Hola, Rebequita-chan!

¿Cómo estás? ¿Te estás alimentando bien? ¿Has logrado encontrar muestras de oro genuino, o puro del de los tontos? En fin, no importa, te envío ésta carta a través de mi confidente Henrique Marvel para avisarte que estás cordialmente invitada a una mascarada que se celebrará en mi mansión mañana… Ah sí, seguro te estarás preguntando, arrugando el papel de éste pobre carta qué por qué diablos no te envié dicha invitación antes… je, je, je pues esa es una historia muy graciosa, que te contaré cuando asistas a la mascarada

Bueno, eso era todo, esperó grató su asistencia a la mascarada, querida Rebecca. Cuídate y recuerda que por acá se te quiere mucho~ (aunque Henrique no lo muestre mucho físicamente)

PD: ¡Ah, cierto! Otra cosa que se me olvidó decirte antes… es que… ¿adivina? ¡Voy a ser papá~~~~! ¡De eso con gusto te pondré al tanto cuando llegué el día de la mascarada!

Adiós y nos vemos luego.

Firma: Juliano Rosenight~»


............................................................................................................
~Continuará~
............................................................................................................

N/A: * Baby-land significa "Bebe-landia" en inglés, una parodia de "Disney-land" pero de bebes en la mente de Juliano (xD)

** Una aldaba es una pieza articulada de metal situada en las puertas exteriores de las casas que, dando golpes, servía para llamar a sus ocupantes.

*** «Buongiorno, signorina» significa "Buenos días, señorita" en Italiano.

**** "Padrone" significa "Amo" en Italiano.

***** "Signore" significa "señor" en Italiano.

****** Lycoris es un género de plantas que comprende unas 20 especies nativas de Asia, desde Nepal hasta Japón. Una de ellas, se ha difundido a países vecinos como el Japón, donde se la conoce tradicionalmente como "Higanbana", traducido literalmente como "Flor del Higan", nombre que alude al hecho de que florece para el otoño, conjuntamente con el momento de la celebración de la fiesta budista Higan.

******* "The Strong Gemstone" significa "La Fuerte Piedra preciosa" en inglés.

............................................................................................................

Sebastián: *sonriendo* ¡Bueno, estimados lectores! Hasta aquí llegamos en el tercer capítulo, se acercará pronto la ya mencionada mascarada… al igual que más adelante se empezarán a revelar varios aspectos ocultos acerca de la sangre negra… y… sobre más cosas. Demo… *se lleva un dedo frente a la boca y guiña un ojo* Secretos son secretos hasta que la Ojou-sama los revelé~

Ciel: *comiendo un heladito de chocolate en una copa, que Sebastián le preparo hace poco* Pero menudo problema con Demian y su tormento a causa de la sangre negra, seguro que a los lectores les afectó verlo sufrir de esa forma hoy… pobre…

Sebastián: Eso es cierto… pero mi pequeño hermano aunque sea algo sumiso, no se deja vencer tan fácilmente tampoco, si ha logrado resistir esa "maldición" hasta ahora, seguro seguirá haciéndolo hasta que se encuentre una cura, Bocchan

Ciel: Bueno… *le da otra probada a su helado* En fin… ¿se puede saber por qué le diste a Demian un "té de Lycoris"? ¿Qué causó esa cicatriz en su pecho?

Sebastián: Pues solo para calmar su curiosidad, (al igual que la de los lectores), Bocchan… digamos que la flor Lycoris para los demonios es una pequeña "medicina temporal", para calmar los efectos de la sangre negra. No diré nada más.

Ciel: Bueno… *se resigna y sigue comiendo su helado* Lo otro que me pregunto es si a los lectores la parte del "Lemon" entre Juliano e Isaura, no les aburrió…

Sebastián: *se cruza de brazos y pone expresión pensativa* A saber, la Ojou-sama se esforzó mucho para que quedara romántica, ya que ella mencionó que es su primera vez escribiendo algo de esa temática… aunque a mi parecer… no estuvo nada mal

Ciel: *se gira y ve feo a Sebastián, con sus mejillas algo manchadas de helado* Eres un demonio pervertido, Sebastián…

Sebastián: Digame lo que quiera, Bocchan, pero usted es un maleducado al comer helado, mirese la cara nada más *sonrisa burlona*

Ciel: ¡Cállate y despide la conclusión de hoy, bastardo! *se va refunfuñando a otro lado, con su heladito*

Sebastián: *suspira aburrido* Ya se fue, y yo que quería molestar un poco más al Bocchan… en fin… ¡espero que el capítulo haya sido de su agrado! ¡Si fue así, apoyen a la Ojou-sama con un comentario, onegai! ¡que tanto a ella como a todos nos hace muy felices! *sonrisa encantadora*

No hay comentarios:

Publicar un comentario